Catolicismo

La terapia de Dios

La Razón
La RazónLa Razón

En uno de sus libros, René Laurentin dedicó un capítulo a «La terapia de Dios». Sostenía que en un mundo que se ha de curar –porque hemos relegado a Dios–, es acertado hablar de curación, que es una palabra positiva, aunque se refiere a las enfermedades. Por eso habla de «terapia», que ya está inscrita en la naturaleza, tan apta para regenerarse y rehacerse ella misma.

Sobrenaturalmente consiste en «vencer el mal con el bien», el odio con el amor, el pecado con el sacrificio. La naturaleza tiene horror al vacío; la sobrenaturaleza, al mal. Hay que apostar por la capacidad de llenarlo todo con el bien. Con agudeza, dice que «el florilegio de las cosas peores proporciona autosatisfación a las personas mediocres».

Por el contrario, hemos de creer en la irrupción de Dios en la vida del hombre, incluso en «el amante incoherente», el pecador. La aparición de Dios en nuestro mundo tuvo el ritmo imparable de un amanecer que alcanza su cénit precisamente en el mediodía de la humanidad que fue la Resurrección. No hay revancha por parte de Dios, sino que somos del Dios encarnado («todo fue hecho por Él»); dependemos totalmente de este Dios, por lo que hace al origen, por lo que hace a la persistencia en el ser y por lo que hace al fin («todo fue hecho para él»). Por tanto, la única historia de nuestra humanidad será la historia de la salvación.