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Las seis «muertes» del joven «Soso»
Stalin, conocido por el apodo de «Soso» durante su juventud, fue un niño enfermizo. Sus dos hermanos mayores habían muerto al poco de nacer y una infección respiratoria, cuando apenas tenía dos meses, parecía reservarle el mismo destino. Pero no. Soso sobrevivió a esa enfermedad y, también, a otra pulmonía, a un atropello por un carromato, que le dejó prácticamente inútil el brazo izquierdo; a otro atropello carretero, que le lastimó las piernas; a una paliza por encargo, durante las batallas por el control mafioso de la ciudad petrolera de Baku, y estuvo a punto de ahogarse cuando naufragó el barco que le llevaba a Suecia a una entrevista con Lenin. Todo, antes de cumplir los treinta años.
En su localidad natal de Gori, sus contemporáneos le recordaban como un niño con mucho carácter, dominante y temerario, siempre envuelto en las peleas de bandas que eran la característica principal de la ciudad. No era el más fuerte, pero sí el más violento. Pasaba sin transición del coro, donde su bella voz le reservaba papeles de solista, a pandillero. Aguantaba estoicamente los golpes: los de su padre, los de su madre y los de los matones del barrio.
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