Europa

Sevilla

Lass el último guardaespaldas

La Razón
La RazónLa Razón

Chapuzas aparte
Cuando Lass haya llamado a su casa y haya contado lo divertidísimo que está el Madrid, la familia debe de haber flipado. Qué tal todo, cariño, pregunta mamá Diarra. Pues aparte de que me llamo igual que un compañero, de que se empeñen en que soy clavadito a Makelele, de que quizá me quede sin jugar «Champions» y de que el presidente haya salido por piernas, bien, madre. Mamá Diarra habrá hecho entonces un comentario para quitar hierro al asunto. Lass, cielo, ¿es cosa mía o Huntelaar es igualito que Bimba Bosé? Lass Diarra no lo va a tener fácil. A la afición blanca le gustan los jugadores con nombre, con fama acreditada y que comiencen a dar resultado desde el principio, así que el francés, un fichaje caro y con una hoja de servicios discreta, tiene todas las papeletas para pasar por un paquete cuando no lo es en absoluto. Diarra, sin embargo, cuenta con dos circunstancias a su favor. La primera es que Guti comienza a dar síntomas de que el paso del tiempo hace mella en su condición física cada vez más a menudo. No será fácil suplir al canterano, pero Lass ya ha demostrado que, además de fuerza y de potencia, tiene criterio a la hora de pasar el balón. Y la segunda es que Juande sabe manejar a este tipo de jugadores como nadie. Lo hizo en Sevilla, descubriéndonos a talentos desconocidos y que nos maravillaron, y hará lo mismo en el Madrid, sobre todo con los jugadores poco maleados. Ahora sólo falta que Diarra se quite la presión. Y parece que va pesándole menos.

María José Navarro

Los Fernández de Bamako
En el África francófona, el apellido Diarra debe de ser algo así como Fernández en Alcorcón. Wikipedia, ese árbol inmarcesible del saber, registra en su versión española siete entradas de futbolistas homónimos al que nos ocupa, procedentes de Malí, Senegal o Costa de Marfil, pero todos armados con el pasaporte francés que les permite jugar en Europa sin ocupar plaza de extranjero. El también madridista Mahamadou, además de Alou, Lamine, Drissa, Boubacar y Abdoulaye, conforman junto al apocopado Lass la colonia nominal más numerosa jamás conocida en el fútbol des- de aquel Madrid de los García. Juntar a dos tíos con un apellido tan raro, sin que sean hermanos, en el mismo equipo no es moco de pavo. Es casi tan complicado como fichar a dos futbolistas incompatibles para ser inscritos en «Champions» a la vez. Hazañas así sólo están al alcance de Mijatovic y su estajanovista equipo, la única secretaría técnica capaz de hacer estas cosas u otros prodigios como doblar el precio de un fichaje en tres horas de negociación. Todo el mundo lo compara con Makelele porque es francés de origen africano, bajito y actúa de pivote defensivo. Pero nadie está en condiciones de equipararlo al gran Claude en palmarés y en otras cuestiones que hacen de él una leyenda. Mientras Del Bosque, otro centrocampista superdotado, no salga de un vestuario per- signándose por la capacidad física de este Diarra, no se bajará este periodista del burro: al Madrid le han dado gusano por liebre, o como se diga.

Lucas Haurie