Investigación científica
Los 40 años de Doñana
Alguno en vez de ir persiguiendo a los linces ha pensado que era más importante que tuvieran que comer
Doñana ha cumplido 40 años como Parque Nacional. A veces he criticado su gestión. Hoy quiero darles la enhorabuena. Primero por lo esencial, la protección llegó en el momento justo. Más tarde hubiera sido eso, demasiado tarde, por la expansión urbanística de Matalascañas y por los planes desarrollistas agrarios que querían convertir la marisma en un inmenso arrozal. Hoy, hay que felicitarnos por ello, Doñana sigue siendo Doñana.Se han cometido errores. Integrismos ecologistas, que no conservacionistas, han primado contra el sentido común y los viejos usos de las tierras viejas. Otros han convertido a las especies emblemáticas en fuente inagotable de subvenciones para estudios y a los linces en una especie de muñecos con los que jugaban los biólogos empeñados en contarles cada pelo en vez de procurar que tuvieran un conejo que llevarse al diente. Los burócratas han hecho poco para que el paisanaje de la zona entendiera el parque como propio y como activo.Pero han sido más las cosas buenas. Ha sido mucho más el fruto dulce que algunas cáscaras amargas. Ha podido a la postre la sensatez. Doñana empieza a ir por mejor camino. Y se empieza a notar. Dos parejas más de imperiales parecen poco, pero si antes había siete parecen más. Y los linces en libertad están criando. Alguno, en vez de andarles persiguiendo ha pensado que era más importante que tuvieran que comer. Y estos días he visto corretear muchos conejos por Doñana. Y para que lo sepan: el humilde conejo es el animal más importante de todo el gran Parque Nacional. Porque sin él no hay nada que hacer ni que comer por muchos carteles que pongan y por mucho que les saquen sangre a los felinos y a las rapaces.
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