Salud

Malformaciones el otro coladero

Malformaciones el otro coladero
Malformaciones el otro coladerolarazon

MADRID- La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, lo quiso dejar claro: no habrá aborto por malformación del feto por encima de las 22 semanas, a no ser que se trate de casos «incompatibles con la vida». No obstante, tanto la patronal de las clínicas abortistas como algunas asociaciones feministas han reclamado que se «abra la mano» a casos de trastornos muy graves y que, a su juicio, son «incompatibles con una vida digna». Por ello, el Gobierno, que ha sentado las bases de la futura norma en recomendaciones de estos dos colectivos, se replantea esta indicación. Sin embargo, los ginecólogos aseguran que, ya en la actualidad, el supuesto de «malformación» es el «segundo coladero de la ley, después del riesgo psíquico para la mujer». Así lo explica Luis Chivas, miembro de Ginecólogos por el Derecho a Vivir y uno de los firmantes de la Declaración de Madrid. Frente a las peticiones de más flexibilidad, este colectivo reclama a Igualdad que elimine otra de las grandes lagunas de la ley: «En ningún sitio está definido qué se considera una malformación grave y qué no. ¿Hasta dónde permite la ley el aborto?» Como consecuencia, la mayoría de las interrupciones del embarazo que se practican bajo este supuesto corresponden a fetos con minusvalías compatibles con una vida relativamente normal. «El defecto más común es el síndrome de Down, que se detecta en uno de cada 500 bebés», asegura Chivas. Sin embargo, tal y como apunta el presidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, José Manuel Bajo Arenas, este trastorno «no se considera propiamente una malformación, sino un síndrome genético». El presidente de Down España, Pedro Otón, ya advirtió de que la reforma de la ley no debe permitir «abortos eugenésicos» y la asociación que preside ya ha repartido más de 20.000 folletos entre padres a los que les han comunicado que su hijo nacerá con este trastorno, «para que no tomen una decisión prematura de abortar». Sin embargo, la generalización de pruebas de diagnóstico prenatal como la amniocentesis, cuya principal misión es detectar este trastorno, ha hecho que una gran parte de los abortos por malformación correspondan a niños con este síndrome, pese al progresivo aumento de su calidad de vida en los últimos años. Pero los médicos denuncian que el «coladero» es aún mayor. Para Chivas, «en nuestra sociedad, el bebé enfermo ha dejado de ser querido». Por eso detalla cómo se producen abortos de niños con un labio leporino, a los que les falta los dedos de una mano o «simplemente por una sospecha de toxoplasmosis que puede o no ser cierta». Además, «los ginecólogos estamos obligados a explicar los riesgos y ofertar el aborto. Hay dos sentencias del Supremo» que lo indican.