España

«Masajes con mensajes» por Fernando Sánchez-Dragó

Masajes con mensajes
Masajes con mensajeslarazon

Estoy en Tailandia. Lo lógico es que dedique mi columna a los masajes. Todos los días me dan uno. Placer y salud, salud y placer. No piensen mal. No me confundan con uno de esos turistas horteras que buscan placeres sexuales, reñidos a veces con la salud, en prostíbulos encubiertos donde las pupilas se disfrazan de masajistas y prestan servicios muy diferentes. El masaje thai es de origen sagrado, nació en los templos, estuvo a punto de extinguirse, fue revitalizado en el siglo XIX por el tercer monarca de la dinastía que aún reina en el país y goza -nunca mejor dicho- de muy buena salud. Salud del cuerpo y salud del alma, porque eso era lo que pretendían los bonzos que lo inventaron. Es la versión budista de lo que los latinos llamaban «mens sana in corpore sano». Se consigue la una y la otra recurriendo a técnicas de presión, torsión, estiramiento, digitopuntura, imposición de manos y transmisión de energía. Pueden utilizarse aceites y ungüentos, pero no es preceptivo. Los masajes suelen durar entre una y tres horas. El cliente escoge la parte del cuerpo en la que prefiere ser masajeado. Las plantas de los pies son objeto de especial atención. Músicas relajantes, varillas de incienso y tazas de té acompañan las sesiones. Valen mucho, pero cuestan poco: alrededor de seis euros por hora, incluso menos. Hay salas de masajes repartidas por todos los rincones del país. En las proximidades de mi hotel he contado más de cincuenta. Dijo McLuhan que el medio es el mensaje, llegaron luego los sociólogos respondones y aseguraron que el medio es el masaje, aparezco yo ahora y añado que aquí, en Tailandia, el masaje es el mensaje y el mensaje es el masaje. Voy a volver a España hecho una rosa.

www.herbolarium.com