Teatro

Roma

«Mientras tenga fuerzas seguiré»

Franco Zeffirelli / cineasta y director de escena

«Mientras tenga fuerzas seguiré»
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Es el mejor representante vivo de la excelencia que ha alcanzado la ópera en el siglo XX, durante el cual ha pasado de ser una representación cultural elitista a conquistar al gran público en los estadios de fútbol o a través de las pantallas de televisión. A sus 85 años y recién llegado a Verona, una arena que conoce, no piensa en la jubilación y prefiere continuar dedicándose a la dirección escénica de sus obras favoritas.

 

-¿Cómo valora la situación de la ópera?

 

-Vivimos una época de gran actividad lírica, aunque me parece que existe una confusión en la financiación y, sobre todo, en los experimentos culturales ligados a ciertos espectáculos. Existe una crisis, sobre todo en el campo musical, que se ha empobrecido respecto a años anteriores. Lo mismo ocurre con la escenografía, que antes estaba más desarrollada.

 

-¿En Italia, cuna de la lírica, también se nota la crisis?

 

-Sí, en Italia especialmente. Se debe en gran parte a que tenemos demasiados teatros, que necesitan grandes fondos para funcionar, pero nadie tiene intención de ocuparse de ellos y realizar un trabajo profesional. La escenografía, los coros, la orquesta… son elementos que cuestan bastante dinero. Mientras otros países tienen, como mucho, cuatro grandes coliseos, en Italia contamos con alrededor de doce, una cifra que es difícil de mantener. Además, a las administraciones públicas les resulta complicado decidir en cuáles se deben invertir los fondos y cuáles deben quedar al margen.

 

-Usted fue amigo de Callas y Pavarotti. ¿Cree que alguna de las grandes voces de hoy podrá ocupar el hueco dejado por ellos?

 

-Ambos son fruto de una cultura en el canto italiano y de grandes sacrificios. Los dos pelearon como leones. Callas, especialmente, tuvo que luchar y renunciar a muchas cosas; transitó por un camino casi de violencia para superar el mundo que la rodeaba. Hoy la belleza de una voz se impone con una rapidez asombrosa, mientras que la historia de estos dos monstruos muestra que antes había que vencer muchas reticencias para poder triunfar. No hay que olvidar que ellos estuvieron rodeados de otros grandes talentos, que no surgieron de la nada. La escuela de formación operística en su época ya era de altísima calidad.

 

-¿Es la falta de apoyos públicos la responsable de la crisis operística?

 

-Sí, sin ninguna duda. Además, como decía antes, las organizaciones que mantienen los teatros son demasiado grandes y costosas, por lo que es difícil que un Gobierno pueda mantenerlas a todas. Sería mejor concentrarse en unos pocos teatros y dar entrada a más capitales privados. Siempre existe el debate abierto de que hay que involucrar más a los empresarios y a las corporaciones privadas, pero los Gobiernos no les facilitan la entrada. En Estados Unidos no es así, las administraciones públicas son más abiertas.

 

-Ahora estrena en Verona una «Carmen» con Plácido Domingo. ¿No piensa en la edad de jubilación?

 

-Mientras siga con ganas y fuerzas no me retiraré. Cuando ya no pueda más daré las gracias a todos y diré «adiós».

 

-Entre las obras que ha montado este año figura «Tosca», de Puccini. Ha trabajado con ella en numerosas ocasiones. ¿Es su favorita?

 

-Tal vez sí, es la que más me gusta hacer. Tengo una relación muy especial con «Tosca», cuando trabajo con ella me siento como cuando estoy en casa. Se trata de una obra maestra, tal vez la cúspide del verismo italiano de finales del siglo XIX. Yo diría que es la ópera total, la ópera perfecta.