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Millones de vida

La Razón
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Se habla del doloroso contraste de las ofertas millonarias a deportistas con la dramática situación que están viviendo millones de parados y de familias endeudadas. Lo cierto es que la difusión del deporte, elemental por cierto para fomentar un estilo de vida saludable, promover acontecimientos culturales, transmitir sentimientos intensos… mueve grandes intereses económicos. Y es que las audiencias se disparan, por ejemplo, ante un decisivo partido de liga o una final. No es difícil entender así que el sueldo de un futbolista de Primera División alcance cifras tan astronómicas como las que conocemos. No juzgo que un futbolista cueste más de lo que ganan 158 catedráticos de Universidad o su valor supere el presupuesto anual de 75 laboratorios de investigación, porque así lo provocan los medios y las audiencias. Lo que muchos deseamos es más cobertura a otros deportes. En concreto, y ya que esta semana se habló de igualdad de oportunidades para personas con discapacidad, a quienes la Princesa de Asturias regaló un bello discurso el pasado lunes, me gustaría que cada vez más gente se apasionara con el deporte paralímpico. Para ello, es necesaria su difusión. Sí, porque también es divertido, televisivo y refleja con más ímpetu aún valores como el esfuerzo, la voluntad, el sacrificio. La emoción que transmite un partido de baloncesto en silla de ruedas, por ejemplo, o la admiración que despiertan competiciones deportivas de invidentes, traspasan todas las pantallas. Son un referente además de lucha, de integración y de superación de todas las barreras. Eso es lo que debe sorprendernos, y no los sueldos de las estrellas del deporte, porque, seguro que ellos también lo saben, vale más el amor a uno mismo, a los demás y a la vida, que todo el oro del mundo. Como diría Facundo Cabral: «la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas». Ahí queda eso. Que el deporte nos siga emocionando con su pasión y su arrojo, que sus beneficios lleguen cada vez a más personas y nunca se contamine con lo que el poder ostenta.