Galicia

Ministro con perros

La Razón
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No he tratado personalmente a Pepe Blanco, pero habiendo nacido ambos en Galicia no creo equivocarme si supongo que es un tipo tranquilo que, como no presume de nada, se puede permitir el lujo de dejar la ambición para después del éxito. Por su aspecto genérico, casi anodino, y por su sigilosa manera de pisar, juraría que podría irrumpir de madrugada en cualquier aldea gallega sin que le ladrasen los perros. Desde luego no me sorprende que haya llegado a ministro. En Galicia los tipos como Pepe Banco en realidad sólo tienen que hacer esfuerzos para no prosperar, no porque no caigan por el camino, que caen, sino porque cuando caen, si se lo proponen, caen siempre hacia arriba. Aquí mucha gente mejora de aspecto al morirse y si uno se fija durante el velatorio hasta da la impresión de que no se trate exactamente de un óbito, sino de una momentánea perdida del apetito, o de que al tipo del catafalco le falta litio. Su fama de hombre sibilino yo la considero infundada y tan injusta como la idea de que se trata de un tipo codicioso y agresivo. Cuando un gallego sale tímido lo que ocurre es que no se atreve a malograr su destino, así que se deja ir y puede ocurrir que llegue al gobierno. Aunque no haya hecho carrera en la Universidad, si salió adelante y llegó tan arriba será porque aquí todo el mundo sabe que los ríos recorren en penumbra el paisaje y llegan al mar sin necesidad de saber geografía. En cuanto a ese idílico gesto con Esperanza Aguirre, no creo que sea hipocresía. En Pepe Blanco cabe pensar que sólo haya sido fingida su hostilidad anterior. A mí este tipo no me engaña. Los dos nacimos aquí y ambos sabemos que en Galicia la mayoría de la gente sólo se acalora en serio para apaciguar los ánimos. Hasta me arriesgo a creer que es un tipo generoso, como aquel delincuente compostelano que para no dejarte sin dinero si sólo llevabas un billete, jamás te atracaba sin tener el detalle de darte cambio. Su timidez le habría impedido a Pepe Blanco el relumbrón histórico de inventar la aviación, pero estoy seguro de que a la chita callando habría sido capaz de inventar el aterrizaje. Y si a pesar de todo la cosa saliese mal, la culpa sería sin duda de quien inventó el aire.