Música

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Mitos y muertos

La Razón
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Un periódico titulaba el pasado viernes, a propósito de la muerte de Michael Jackson, «muere el rey del pop, nace el mito». Yerra el diario en esta afirmación: el mito nació hace muchos años, lo mismo de Diana de Gales, que lo fue antes de irse al otro mundo. El uno, icono del hombre que cambió el ritmo de la música pop, y la otra icono de la rebeldía de una princesa que padece la infidelidad del futuro rey, se planta, se ve reforzada por su popularidad y se va convirtiendo en referente de valentía, de belleza femenina y de elegancia. Todo esto de forma muy relativa, claro, porque el gentío es histérico e histriónico, el gentío es ordinario y gusta de la manifestaciones de entusiasmo compulsivo y de fanatismo absoluto, también de dolor público, de plañiderismo ruidoso. El llorar a gritos queda para la intimidad de uno, del cuarto insonorizado, sin que nadie se perciba de ello.

Muchas gracias hay que dar por llevar grabada a fuego la consigna de no mostrar los sentimientos en público, cuando la cámara está lista para disparar.

Sí, estos dos mitos perfectamente comparables nacieron para eso, para ser inolvidables, con infancias desgraciadas, con ausencia de cariños y de amores auténticos y, sin embargo, con momentos en que brillaron más fuerte que ninguna estrella, algo que tampoco les dio la felicidad. ¡Pobres desgraciados! Y pensar que han sido envidiados tantas veces como arquetipos de triunfadores…