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«No creo que Mortier necesite mis consejos»

«No creo que Mortier necesite mis consejos»
«No creo que Mortier necesite mis consejos»larazon

NUEVA YORK- Una puerta escondida en una de las paredes del Metropolitan da acceso a un laberinto de pasillos que terminan en la oficina de Peter Gelb, donde el director general del coliseo neoyorquino recibe a LA RAZÓN. Domina su despacho una pantalla plana Sony que le permite ver lo que está sucediendo en el escenario. Cuando Gelb se puso al frente del Met, la institución, que celebra en marzo su 125 aniversario, atravesaba horas bajas. Su nombre es sinónimo de revolución: de ello dan fe sus proyecciones de ópera en los cines en directo, su rebaja de las entradas (las más baratas cuestan 15 dólares) y su iniciativa de contratar a gente de Hollywood y Broadway para sus producciones. Todo ello ha incrementado la financiación privada un 40 por ciento.
–Antes de ponerse al frente del Metropolitan le dijo al Patronato que tenía que conectar la ópera con audiencias más amplias. Lleva ya dos años en el cargo, ¿cómo ve a la institución en este momento?
–¿Quiere decir que si he tenido éxito? (Ríe). Bueno, me llamaron en otoño de 2004 y fue entonces cuando les expliqué que el Metropolitan estaba aislado de la sociedad y que era necesario conectarlo con el público. Al día siguiente me ofrecieron la dirección general del Met. Joseph Volpe(su antecesor desde 1990)dejó su despacho el 31 de julio de 2006 y yo entré a trabajar el 1 de agosto. Ésta es mi tercera temporada. Cuando mi cargo fue oficial, no tuve mucho tiempo para cambios, pero, hice lo que pude. Expliqué la visión que tenía sobre el Met y mi plan específico para transformarlo.
–Un reto, pues, pero contaba con buenos mimbres para realizar ese cambio...
–Quiero dejar claro que esta institución siempre ha sido de primera. Con James Levine en la dirección musical ha alcanzado el nivel más alto y la formación está considerada la mejor orquesta de Estados Unidos, con la de Viena como única rival. Antes de que llegase, la altura de los repartos era muy alta, sin embargo la teatralidad de sus funciones se había resentido y era necesario recuperarla: traje directores de teatro, incrementé el número de nuevas producciones, amplié el repertorio para que tuvietan más peso las obras contemporáneas...
–¿Cuál es el secreto de Peter Gelb?
–No miro al pasado. No tengo tiempo para pensar en él. Estoy contento de que el Met haya sido capaz de demostrar que puede atraer a un público nuevo y más joven. Todo lo que dije que íbamos a hacer lo hemos hecho. Llevo el Met como si fuese un productor en el sentido clásico del término: pienso en lo artístico y en el negocio porque es ncesario valorar el conjunto y no primar una parcela sobre otra. Producir ópera es una lotería porque es imposible saber qué va a funcionar y con qué vas a pinchar.
–¿Por qué existe ese empeño generalizado en conseguir que los jóvenes se acerquen a la ópera?
–Yo no estoy empeñado en conseguir gente joven para el patio de butacas, sino en tener audiencia. No me importa si son jóvenes o mayores, pero quiero que todas los asientos del teatro se llenen. Si no estuviese preocupado por las nuevas audiencias la ópera moriría. Cuando acepté el encargo recibí un informe elaborado por el departamento de márketing sobre la media de edad del público del Met: 65 años, y ahora es de 60. No quiero tampoco que se llene el teatro de chavales de 18 años.
–Quienes trabajan con usted alaban la libertad de movimiento que deja. Por aquí han pasado gente del cine, del teatro de Broadway, ¿estaría interesado en contar con Spielberg?
–No sé si a Spielberg le interesa la ópera. Mi objetivo no es fichar a los grandes de Hollywood, sino facilitar la reunión de las artes, que no estén compartimentadas. Por ejemplo, Minghella estrenó aquí una Butterfly de referencia.
–Usted quiere a los mejores. Ha habido teatros que han rechazado a cantantes por sufrir sobrepeso, como fue el caso de Deborah Voight en Londres. ¿Qué le parece?
–Un error. Sobre el escenario del Met, tiene razón, estarán los mejores, porque no sólo basta con la voz, también hay que actuar y convencer. Pavarotti tenía tanto drama en su garganta que, aunque era un hombre de envergadura, a la gente no le importaba porque creían en su voz. Plácido Domingo es un excelente cantante y un gran actor.
-Cuando llegó, parte de las temporadas estaban programadas. La 2009-10 será totalmente suya. ¿Va a llevar su marca?
–No voy a introducir demasiadas modificaciones. La siguiente temporada incluye novedades, como por ejemplo un nuevo montaje de «Carmen». No intento poner en marcha una revolución, sino fijarme en el pasado y ver lo que ha tenido éxito y situarlo en un contexto moderno. Por ejemplo, las proyecciones en directo en los cines están basadas en las retransmisiones de radio. Lo que he hecho ha sido avanzar un paso más allá.
–Usted intentó ponerse en contacto con Almodóvar, pero el español rehusó venir al Metropolitan. Ahora, Gerard Mortier le quiere fichar para un Verdi en el Teatro Real. ¿Volvería a intentarlo?
–Puede trabajar primero con Mortier y después con nosotros ( Ríe). Yo no hablé con él personalmente, pero, estuve en contacto con una pesona de su equipo que me comentó que no le interesaba en aquel momento. Pero, eso fue hace años. Y la gente cambia.
–Mortier, futuro director artístico del Teatro Real, quiere que el coliseo madrileño esté entre los más grandes. ¿Le daría algún consejo? ¿Cómo valora su decisión de abandonar la Ópera de Nueva York?
–Le conozco desde hace bastantes años, sabe mucho, es listo y el éxito seguro que también le acompañará en Madrid, como lo ha hecho en Salzburgo o París; no creo que necesite mis consejos. Sobre su abandono de la Ópera de Nueva York, sinceramente desconozco cuáles han sido los motivos, pero es una lástima que tirara la toalla antes de empezar.