Asturias

No me mires que llevo chanclas

Camisetas fuera. La relajación en el vestir durante el verano ha propiciado que cada vez sea más habitual ver torsos desnudos y trajes de baño paseando por ciudades de la meseta. Algunas localidades quieren frenar esta tendencia a golpe de ordenanza.

No me mires que llevo chanclas
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Hace apenas unos años había que ser muy valiente para tomarse una cervecita a torso descubierto fuera de la arena de la playa. Sentarse sin camiseta en un restaurante era patrimonio exclusivo de unos pocos atrevidos. Ahora resulta, según algunos, que enseñar busto es una tendencia. No tiene nombre, pero podría bautizarse como la «moda del paseo marítimo» o el «look» playero. Ellas, bikini con pareo o «short». Ellos, bañador colgón, lo suficientemente caído como para mostrar parte de la ropa interior que esconde debajo. Y a caminar no sólo por el paseo marítimo, sino por las calles y los bares del interior de las ciudades, aunque estén en el corazón de la meseta. Tanto los comerciantes de las zonas costeras como los diseñadores o los cazadores de tendencias reconocen que cada vez son más los que se pasean ligeros de ropa en los meses de verano, bien por dejadez, bien por comodidad o simplemente para lucir palmito. ¿Una tendencia de moda o una falta de decoro en el vestir? Adiós a la corbata«Es muy diferente a estar de fin de semana en la playa, en la casa de campo, en privado o en un círculo reducido de amigos o familiar. Sin embargo, nunca podemos perder los buenos modales porque sea verano y no me parece bien ir al parque en "slips"», explica el diseñador Ion Fiz, que reconoce que las condiciones climáticas influyen sobremanera en la elección de nuestro vestuario. Eso sí, también califica de «desfasado ir a la oficina con americana en pleno verano, se podría ir perfectamente en camisa con un buen cinturón, zapatos y pantalón. Y la corbata, ni pensarlo, hay alternativas elegantes, como el cuello mao en la camisería, camisas de lino fino o batista».Franco Casado, coordinador de la escuela de moda Bau, se apunta a la misma teoría: por qué lo llaman moda cuando quieren decir, pura y llanamente, una grosería. «De ninguna manera es una tendencia de moda –asegura–, pasearse por la calle con el pecho descubierto o en bikini está fuera de lugar y es una falta de higiene. A mí no me gusta comer una paella en un bar, que seguramente no me habrá salido barata, y tener al lado a un tipo con el pecho al aire». Hay que guardar, por tanto, unas normas mínimas. «No creo que por esto me llamen retrógado, pero me da igual –añade Casado–. Desde luego, a mis alumnos no se les ocurriría jamás presentarse en nuestra escuela sin camiseta».Entonces, ¿se viste peor que antes? «Hoy se descuida más la forma de vestir, y creo que debería cuidarse un poco más –explica la diseñadora coruñesa María Barros–. No creo que sea por dejadez, sino por una tendencia natural, aunque en el norte no ocurre tanto como en el sur. En Galicia, por ejemplo, la mayoría de los turistas son de la tierra. ¡Y los gallegos vestimos muy bien!».El también modisto Miguel Palacio coincide en que no se puede comparar Asturias con Alicante y Santander con Marbella, pero lo ve desde otro prisma:«Cuando la gente se va de vacaciones, lo último en lo que piensa es en el "look"que se va a poner. A mí ni me importa ni me desagrada. Y si alguien se queja, ya se sabe que, para gustos, los colores».En lo que coinciden casi todos es en que es una deriva difícil de parar. Acostumbrado a analizar la forma de vestir y de comportarse en cada acto social, desde el más informal hasta el más elegante, el experto en protocolo Carlos Redondo se dio cuenta de que estaba ante un fenómeno nuevo cuando se sentó en una cafetería de León, a 120 kilómetros de la playa más cercana, y se topó con un grupo de jóvenes que tomaba un tentempié sin camiseta. Muy pronto comprobó que aquello de pasear por las ciudades, incluso las del interior, en bañador, en bikini o con chanclas no era una casualidad. Desde entonces recibe cada vez más quejas en su «consultorio», protocolo.org, de ciudadanos que preguntan si se puede poner freno al fenómeno. «En este caso, la ‘‘etiqueta social'' no es una cuestión de moral, sino de higiene y de imagen. No es agradable sentarte en una silla donde se ha sentado alguien desnudo», concluye.Presentación socialHay quien, sin embargo, ve en el paseíllo de jóvenes ligeros de ropa las huellas de una nueva moda. Miguel Fernández de Molina, «cool hunter» (cazador de tendencias) de la Escuela Superior de Moda y Empresa (ESME), tiene claro que estamos ante un destape «premeditado». «No es dejadez en absoluto. El verano es una especie de presentación social de los cuerpos. Las mujeres se pasan tres meses pensando en cómo estar a la altura a base de dietas y gimnasios. Y también es verdad que cada vez más gente considera normal mostrar el cuerpo en público y se escandaliza menos, con lo cual esta práctica se generaliza», asegura. No cree, por tanto, que haya que echarse las manos a la cabeza: «Vemos a chicas en sujetador en las discotecas, transparencias cada vez más atrevidas e insinuantes, campañas publicitarias con mayor contenido sexual...».Es más, Fernández de Molina habla de distintas «tribus urbanas» según cómo vistan en las playas y en los paseos marítimos, desde los surferos hasta los «hippies» de toda la vida, los «biopijos» o los «canis», con sus patinetes y su ropa cómoda y holgada. Esta relajación en la «etiqueta social» tiene otra consecuencia: la posibilidad, cada vez más real, de toparse en una cena de postín o en la cola del buffet libre con un comensal enfundado en la camiseta de Cristiano Ronaldo, Messi o Torres, pero, eso sí, para esconder las mismas calorías que los tres jugadores juntos. «Hay cierta tendencia a infantilizar –admite la diseñadora María Barros–. Puedo entender que la gente se ponga las camisetas de los equipos cuando hay un partido importante, pero me cuesta más comprender que sea una prenda habitual». Fernández de Molina cree que en el fondo subyace el síndrome de Peter Pan: «Las camisetas de fútbol se han convertido en iconos culturales, en instituciones semireligiosas, de tal manera que mucha gente construye su identidad alrededor del fútbol y su equipo. La gente se da cuenta de que ser adulto les ha decepcionado y que han dejado atrás la mirada feliz e inocente del niño y su actitud vital curiosa y espontánea. Y vuelven a jugar como los niños, añorando tiempos mejores».Los que más se han quejado por esta manga ancha en el vestir son los hosteleros de la costa. Muchos lo hacen con la boca pequeña, pero algunos reclaman incluso normativas municipales que impidan a un turista atacar una ración de pescaíto en una terraza sin camiseta. Antonio de María, presidente de la Federación de Hostelería de Cádiz, cree que el paseo marítimo «es la playa, y en la playa se va sin camiseta».«Otra cosa es la segunda línea o el interior de la ci0udad –añade–, aunque el cliente es inteligente y sabe cómo debe ir vestido en cada situación. Yo llevo en el negocio desde 1963 y nunca ha habido problemas».De María pone la frontera en el paseo marítimo. José Francisco Izquierdo, presidente de la patronal de hosteleros de Alicante, no pasa de la arena de la playa. «En Alicante hay un código ético no escrito según el cual en los chiringuitos de la playa hay más permisividad, pero en los restaurantes del Paseo Marítimo y del resto de la ciudad es el propio camarero el que le pide a un cliente que se cubra». Eso sí, que no se busquen cabezas de turco. «Los clientes sin camiseta se dan entre españoles y extranjeros», dice. La pregunta, entonces, es cómo evitar la dictadura del biquini y el bañador fuera de la arena. Para la mayoría, regularlo a golpe de ordenanza municipal es una utopía. «Aunque en ocasiones no quedara más remedio que imponer unas ciertas normas, al final es el propio sector el que se tiene que autoregular, pero llegar a un consenso siempre es difícil»,explica el experto en protocolo Carlos Redondo.Con el torso desnudoAyuntamientos como el de Sitges ya han puesto manos a la obra para remediarlo. El Pacto Cívico elaborado por el consistorio catalán, aprobado en 2006, plantea sanciones para quienes sean pillados en el paseo o en otros puntos de Sitges con el torso desnudo. Aunque se ha dejado acompañar de una amable campaña de información con el eslógan «Aquesta no es la moda de Sitges», al descamisado reticente le puede caer una multa de 350 euros.Los hosteleros barceloneses, cansados de un debate que se eterniza y una norma local que sólo multa con 80 euros a quienes vayan completamente desnudos, exigen desde hace unos días unas mínimas reglas de vestimenta. ¿Lo lograrán?