Catolicismo
No perder la esperanza
Me apenan los creyentes que, manteniendo la fe, pierden la esperanza. Me referiré a Paul Valèry, calificado de poeta atormentado y místico sin Dios. Pesimista, no valora ni su propio corazón: «El corazón es pura absurdez, paradoja y mentira». Para él el fondo del espíritu era tierra de nadie, inhabitada, una isla desierta. ¿Esperanza? Gide le dijo: «¡Qué inhumano eres!»; Valèry no es «humano». Está de acuerdo. «Me preocupa que se me ponga al margen de la humanidad. En eso consiste precisamente mi inhumanidad. No siento desprecio hacia los hombres. Sino hacia el hombre. Ese animal que yo no habría inventado». Fue uno de los hombres más desesperanzados que existieron. Esposo y padre, no creía en el amor. Todo lo «hizo sin creer». «Os amo como a mí mismo, y no puedo soportarme. Para amar a otro es necesario más fuerza que para amarse a sí mismo». Pero hay otro Valèry. Escribe a Gide de una gran tormenta en el mar. «Diríase que el viento, ahora, acaricia. Diríase que "alguien camina sobre el mar"aplastando el mal de las tempestades bajo sus pies desnudos. ¡Sí, es él, es la paz». En su último cuaderno hay unas líneas temblorosas, a lápiz, próxima la muerte: «Todas las posibilidades de error están con el que odia». Y, más al fin: «La palabra Amor sólo se ha visto asociada al nombre de Dios desde Cristo». No sin razón, su esposa dijo: «Estoy completamente tranquila. Dios lo reconocerá. ¡Trabajó tanto cada día!».
Card. Ricard Mª. CARLES
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