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«No quiero nada lo importante me lo han quitado»

Familiares y amigos, destrozados por la tragedia
Familiares y amigos, destrozados por la tragedialarazon

Madrid- Una niña «más que normal», discreta, tranquila, formal y bastante recluida en casa ya que su madre estaba fuera de casa gran parte del tiempo debido a su trabajo en una residencia de ancianos. Cuando no estaba en casa, normalmente estaba en el colegio, en la zona de Antón Martín, donde también había demostrado ser una niña estudiosa y que no creaba problema alguno. Cuando estaba con su madre, Amalia, «no se despegaba de ella», cuentan desde su entorno más cercano. Era su apoyo, lejos del país de origen y de las dos otras hijas, más mayores, que quedaron en la República Dominicana. Otras dos hermanas de la madre, Lucía y Victoria, viven también en Madrid, aunque no residían en la misma vivienda. Así la describe Lucía, una de sus tías, que también reconoce que «había algo» entre el presunto asesino y su otra hermana, Victoria. Un «ex novio», o lo que fuere, que terminó siendo el enemigo en casa, como lo definió la madre de la víctima, y que pagó la acogida amistosa, como uno más de la familia, con una moneda de sangre. «Queremos aclarar que no ha sido el padrastro, una gran persona que ha sido un padre para ella. Ha sido este otro individuo y no entendemos por qué», explicaba Lucía, dejando limpio el nombre de un hombre al que al principio las murmuraciones citaban como sospechoso.De hecho, según parece, hay un momento, antes de ser asesinada, en la que la niña, sola en casa con el que sería su verdugo, llama al padrastro para advertirle de que algo ha pasado o está pasando, si bien no se conoce que es lo que le comunica con exactitud. Posteriormente, el agresor regresa y es cuando la asesina. Aún volverá una tercera vez, como contaron los testigos, para recoger algo que había olvidado y huir finalmente.En la noche del sábado, los familiares se pasaron por la casa de la calle Pico Cejo para llevarse «cuatro cacharros». Ayer, mientras todos hacían piña para superar la desgracia, la madre de Mercedes, Amelia, bajo los efectos de los tranquilizantes para poder afrontar la terrible pérdida, no quería ni oír hablar de volver al lugar del desastre, que quizá no vuelva a pisar. «No quiero nada de allí, lo importante ya me lo han quitado».