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Comunidad de Madrid

«No soy tan bueno»

El autor argentino habla en «La noche de los libros» sobre las novelas maltratadas

César Aira en la sede de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid
César Aira en la sede de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madridlarazon

Salmones gigantes que hacen peligrar a la humanidad, rayos que transforman los juguetes en seres reales... Por su textos les conoceréis y tales son las industrias y andanzas que brotan de la descabellada imaginación de César Aira (Coronel Pringles, 1949), sin que se le mueva un pelo del flequillo. Con cara de niño malo, cínico humor y habla melancólica con regusto bonaerense, intenta zafarse de las entrevistas de la única manera que sabe: diciendo la verdad: «Vengo a La Noche de los Libros a dar una charla con título truculento: ¿Cuánto podemos perdonar?... y hablaré de esos libros que no han resistido el paso del tiempo pero nos regalaron el placer de la lectura». Y como no ejerce de heterointelectual y sí de iconoclasta desacralizador y heterodoxo desvergonzado desvela su fobia hacia Rulfo «el hecho de que exista tanta unanimidad hacia él me hace desconfiar. Sus dos libritos siempre me han parecido absolutamente insignificantes». En cambio, no le da pudor reconocer su lealtad hacia Sandokán o su fijación por el surrealismo y el dadaísmo, «escuelas completamente inagotables. Lautréamont sigue siendo el modelo de lo que yo quisiera ser». Practica la estética avant-garde que pasa por no revisar nunca lo escrito en una fuga hacia delante, redactando más y más. Tanto es así, que no tiene ninguna intención de convertirse en alguien menos irresponsable, «al contrario; ahora que disfruto de cierta fama –porque hasta los pocos que me criticaban ahora me alaban e incluso se hacen tesis sobre mí– me siento liberado para hacer cosas que no me hubiera atrevido cuando empezaba». No hay crítico que le ataque razonablemente y «no lo entiendo porque yo mismo tendría argumentos para decir que no soy tan bueno». «Mi placer al escribir consiste en subir la cuesta un poco más, cada vez. Ser más loco, más osado, probar cosas nuevas. Si quisiera hacer una obra rotunda, tendría que volver a empezar». Sesenta y cinco obras en su haber y traducciones a casi todas las lenguas avalan a este novelista que cultiva la picaresca lunfarda, el vodevil lumpen y el mestizaje de frontera entre lo real y lo absolutamente delirante. Alguien dijo que era el Roger Corman de las letras... y él esboza una sonrisa canalla cuando se lo recuerdan.