Crítica de libros

Olores de cada época

La Razón
La RazónLa Razón

Aldeaquemada es tan pequeño que, mires donde mires, siempre ves el campo. Para llegar, curvas interminables adornadas de jaras en flor, verdes intensos y agua entre riscos que rompe la piedra fría. Aldeaquemada tiene olores que se instalan en un rincón de la mente y del corazón. En invierno huele a matanza, a humo de chimenea de leña y a brasero de picón. En primavera, a aceite tostado, a harina y huevo, a azúcar y canela. Cómo sabe, ya es otra historia. En otoño, huele a tierra húmeda unido a un sonido que te atrapa al atardecer, la berrea; lucha entre machos altivos para conquistar a la cierva mientras el sol se pone tras la sierra pura. El cielo, más azul que ningún otro; el aire, más puro que ninguno; el agua, que allí no es insípida, sabe a sierra; bebes, te limpia el alma y te lava la conciencia. Y, por si fuera poco, llegamos a la cima de la belleza con la Cimbarra, el Cimbarrillo y el Negrillo; tres joyas de la naturaleza que son un regalo para todos los sentidos. Maravillosos saltos de agua, cascadas y pinturas rupestres. Se puede oír el silencio de la nada a la vez que el estruendo del agua golpeando la piedra desteñida. Se puede tocar el cielo con las manos y reconciliarse con uno mismo y con el resto del universo. No sé qué tiene Aldeaquemada pero, todo el que se va, regresa algún día.