Carreteras

«Operación langostino» en las carreteras

La Razón
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MADRID- Dos veces al mes, durante todo el año, a la Guardia Civil le toca pasar frío al borde de la carretera por el bien de la ecología. En las entradas a Madrid, de manera aleatoria, se realizan controles a los camiones de transporte de pescado y marisco, para comprobar que la carga cumple todos los requisitos de legalidad. Y en estas fechas entra más pescado. Y más marisco. Y más frío para los componentes del grupo, compuesto por cinco patrullas del Seprona y dos de la Guardia Civil de Tráfico, que realiza su trabajo en una vía de servicio de la A-2, bajo el viento gélido, de las ocho de la noche hasta las dos y media de la mañana.

Con ellos están dos técnicos de la Comunidad y otros tantos efectivos de la Empresa Tragsa, con un camión de 8.000 kilos de capacidad, que se encargarán de trasladar el material que sea inmovilizado.

 

Dar la talla

Se trata de comprobar, en la medida de lo posible, que el producto que llega a ese corazón que es Mercamadrid y que se encarga de bombear a todos los rincones de la capital, cumpla los requisitos de tamaño y que las etiquetas sean correctas.

Los inspectores de la Comunidad, dependientes de la consejería de Economía y Consumo, explican que es una medida más para «tratar de que los caladeros de pesca se puedan recuperar y las especies no se extingan definitivamente». «La situación está complicada», aseguran, «pero se ha mejorado. En parte ya no les compensa tanto este tráfico y en parte la gente se ha concienciado más».

Se acabaron, parece, los «alijos» como el incautado hace algún tiempo: un camión con 14.000 kilos de chirlas que no daban la talla mínima exigida. El dueño de la empresa aseguró, entonces, chulesco, que había pasado cuatro más.

Y es que este control, donde también se comprueba que el etiquetado sea correcto, es un grano de arena más en una larga línea de exámenes que pasa el producto desde que es desembarcado y hasta que el pescadero lo expone en su mostrador. Las multas han llegado, en algunos casos hasta los 100 millones de las antiguas pesetas.

Aquí, la labor de la Guardia Civil es localizar unos kilómetros antes los camiones frigoríficos que circulan, pararlos, comprobar si transportan pescados o mariscos y escoltarlos hasta el punto donde se inspeccionarán; una vía de servicio donde además hay un puesto de pesaje de la consejería de Transportes para comprobar, en caso de sospecha, que el vehículo no excede la carga permitida.

En el último control, de hecho, una furgoneta grande –o pequeño camión, según se vea– que llevaba una carga perfectamente legal de pescado de Namibia, excedió sin embargo su capacidad en casi 2.000 kilos. Una multa de 4.600 euros para quien resulte responsable, al ser más de un 40 por ciento de exceso. Si hubiese superado el 50 por ciento, el vehículo hubiese sido inmovilizado de inmediato.

Tampoco faltan otras sorpresas. «Hace poco paramos un camión frigorífico que llevaba archivadores, y otras veces nos hemos encontrado con tráfico de animales exóticos. Hay de todo». Apuntan, también, que muchas veces no son los camiones de enorme tonelaje los usados para traslados «problemáticos», sino furgonetas más o menos grandes. «Se ahorran tener dos conductores. Se ahorran el tacógrafo. Y pueden ir más rápido. Muchas veces van cargadísimas, lo que es un riesgo para ellos y para todos».

Hay quien piensa que los conductores reciben demasiada presión por parte de las empresas. Pero sobre eso, los esforzados guardias que trabajan bajo cero, poco pueden hacer.