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Otro mundo es posible
Hace ahora un año, por estas fechas, éramos sorprendidos con algo con lo que no contábamos: creíamos que el nuestro era un mundo seguro, a pesar de las guerras, genocidios, catástrofes y diarios atropellos. Las grandes calamidades sucedían lejos. Muy lejos. Entre pueblos salvajes. En el llamado Tercer Mundo. Pero no aquí; en la Europa civilizada y de la Unión. Nosotros estábamos a salvo con nuestros dineros bien guardados en respetables y solventes bancos o en las manos de honestos y eficaces profesionales que velaban por nuestros intereses. Pero de pronto cayó el telón y nos enteramos de que nuestros ahorros no existían. De que eran calderilla virtual. Pura ficción de banqueros que, ellos sí, no eran ficción: ganaban mucho y muchos lo perdían todo. Nada nuevo bajo el sol. El mundo, ya se sabe, ha sido y será una porquería. A partir de entonces hemos venido asistiendo, en los últimos meses, a una sucesión de encuentros y reuniones destinados a salvar a la humanidad. Los políticos de los países ricos, se han reunido en espectaculares cumbres de las que han salido soluciones mágicas. Un año después, nosotros, -usted y yo-, las víctimas de sus aquelarres, continuamos como espectadores sentados en la última fila de las gradas. Pues bien: a pesar de todo yo soy optimista. Otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros - a usted y a mí-, construirlo con nuestras manos. Nos pasamos la vida excusándonos ante nosotros mismos para no aceptar nuestra responsabilidad. Todo dependerá de nuestro esfuerzo y optimismo. Cuanto más lo compartamos, más se multiplicará. Otro mundo es posible. De usted y de mí depende.
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