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En la España autonómica de hoy los Paradores de turismo podrían sonar a cosa del pasado, pero lo cierto es que son en realidad una de las marcas más reconocidas de España en el exterior. Una de las pocas señas de identidad unitarias que nos quedan e identifican como país en medio de un escenario territorial disgregador. Pocas cosas son hoy iguales para los españoles. Pero algunas quedan, afortunadamente. La primera y principal, la Liga de Fútbol Profesional o Liga BBVA. Funciona con el mismo criterio y normas en Barcelona o en Bilbao, en Madrid o Andalucía. En segundo lugar, El Corte Inglés. No es público ni oficial pero es verdad que existe igual y para todos en cualquier lugar de España. Y en tercera posición situaría yo a los Paradores. Afortunadamente hasta el momento el Gobierno central se ha resistido a los embates que desde la periferia se dirigen contra esta famosa cadena de establecimientos hoteleros que nos distingue desde hace ochenta años por el mundo. Como es lógico, los nacionalistas vascos y catalanes piden que tales hoteles les sean directamente transferidos en parte o en su totalidad, pues les molesta sobremanera que en el interior de sus respectivos territorios sigan existiendo vestigios de un Estado que en realidad detestan. Pero han hecho bien los diferentes gobiernos en resistirse a un traspaso que acabaría de golpe con la marca Paradores, con lo que ese nombre supone para España, y la consecuencia que tendría a efectos de ahondar más en un proceso disgregador que nos está llevando a eliminar cualquier elemento común. Lo vemos claro cuando viajamos a estados federales como el alemán o el norteamericano. Son en efecto federales, con diferencias evidentes entre unos Estados y otros, pero siempre sabes que pisas el mismo país, te encuentres en Miami o San Francisco, a siete horas de viaje en avión. Cosa que sucedía otrora en España, pero que empieza a no ser de esa manera. Ahora tenemos diecisiete tarjetas de la seguridad social, fronteras educativas de facto como consecuencia de la prevalencia de idiomas diferentes al común de todos, normas distintas y hasta enfrentadas en materia ambiental o de vivienda, fiscalidad variable según en donde vivas, etcétera. No tendría mayor importancia si no fuera porque en algunos territorios lo que se pretende es aniquilar la presencia del Estado con decisiones ora contra la jefatura del Estado, ora contra el Gobierno o la bandera u otros símbolos.Por eso no puede más que alegrarme la inauguración de un nuevo establecimiento de Paradores, como sucedió ayer en Alcalá de Henares. Moderno, vanguardista, innovador, pero enmarcado en la historia del país, en su cultura y literatura, formando parte de eso tan denigrado por algunos como es la marca España. Afortunadamente Zapatero se ha dado cuenta de lo importante que es mantener bajo la tutela del Gobierno central un proyecto como Paradores. Tanto, que están siendo planificados nuevos establecimientos en diferentes puntos de España. Por supuesto en Madrid, pero también en Cataluña, País Vasco, Galicia y el resto del Estado. Esfumados ya los efluvios autonómicos extremos de algunos de nuestros gobernantes, bueno será que pongamos sentido común en la construcción de un Estado que, para ser considerado como tal, debe ser unitario en algunas cosas. Y tener signos y símbolos que lo identifiquen. Paradores no puede ser el único, pero está bien que siga siendo uno de ellos.