Roma

Pontífices

La Razón
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Se acerca el verano y después de un año de crisis, asperezas y enfrentamientos sociales y políticos, apetece escribir de asuntos intrascendentes y bienhumorados. Los que escribimos en los periódicos nos ponemos muy divertidos cuanto pontificamos. Más aún, cuando damos lecciones ignorando los contenidos de las mismas. Había fallecido la Princesa Gracia de Mónaco y un conocido escritor nos regaló su melancolía. «La recuerdo en los atardeceres del verano, descansando en su hamaca en los jardines de Palacio, arrullada por los silbos de los ruiseñores y el canto de las cigalas». Confundió a las cigarras con las cigalas, que está muy bien, pero no en los ámbitos de la canción. Un alto dirigente deportivo se quejaba en una cena. «Lo peor de estar en el deporte es oír a García. Pontifica, sentencia, hiere y jamás reconoce que se equivoca». Intenté animarle. «Si lo peor de estar en el deporte es oír a García, ¿por qué oyes a García?». Dejó de hacerlo y fue más feliz. Leo todos los domingos la extensa crónica social de Jaime Peñafiel. Siento hacia él un viejo afecto aunque no comparta sus obsesiones. Pero pontifica, y a veces, resbala y se da el morrón graciosamente. Le arrea un sopapo a la «periodista más cortesana» por haber escrito que la Reina fue olímpica con Grecia en los Juegos de 1960 en Roma. «Va a ser que no, guapa», le dice. Y tiene razón. No lo fue. Jaime nos explica los motivos de la Real decepción. «Porque durante una de las regatas preparatorias sufrió un accidente que pudo costarle incluso la vida al golpearse la cabeza con el sotavento». Y finaliza Jaime: «Seamos rigurosos». Evaristo Acevedo le habría dedicado una de sus «Cárceles de Papel» en «La Codorniz». Es cierto que la Reina se golpeó con algo en la cabeza y cayó al mar, y también que su hermano, el entonces Príncipe Constantino, se lanzó al agua para salvarla. Pero la Reina, en aquellos tiempos, la Princesa Sofía de Grecia, no se golpeó la cabeza con el sotavento ni con el barlovento, porque resulta imposible hacerlo. Golpearse la cabeza con el sotavento es lo mismo que chocar brutalmente contra la brisa. Sotavento es la parte opuesta a aquella de donde viene el viento con respecto a un lugar determinado, en tanto que barlovento es la parte de donde viene el viento con respecto al mismo lugar. Doña Sofía se dio en la cabeza contra la botavara, que esa sí puede dar más de un disgusto. La botavara, es decir, el palo horizontal, que apoyado en el coronamiento de popa y asegurado en el mástil más próximo a ella -normalmente el palo mayor-, sirve para cazar la vela mayor o la cangreja. La botavara, cuando el tiempo es calmo, da unos bandazos de difícil elogio, y siempre, cuando la embarcación a vela procede al viraje, cambia de posición, y si algún tripulante no está del todo concentrado en la operación y no agacha su cabeza, ésta colisiona inevitablemente con la botavara, que no se anda con contemplaciones. Y efectivamente, un buen golpe contra la botavara puede lanzar a una persona al agua con los sentidos perdidos. Nada de esto habría resultado divertido si el bueno de Jaime Peñafiel no hubiera intentado pontificar y dar una lección a la periodista supuestamente cortesana. Pero lo hizo y metió la pata, y con cariño se lo hago ver sin otra intención que la sonrisa. Las prisas acuciantes, culpables de tantos resbalones, como el de confundir sotaventos con botavaras. Seamos rigurosos.