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Productos milagro

La Razón
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Acomienzos del siglo XX, las «medicinas patentadas» y los «productos milagro» eran los mayores anunciantes de la época. En su inmensa mayoría consistían en fórmulas de mínima o nula eficacia, pero prometían en sus anuncios la curación inmediata de cualquier enfermedad, lograr un cuerpo perfecto o mantener una salud ideal sin esfuerzo y a un módico precio. Como sus ingredientes y elaboración apenas costaban y la gente siempre está dispuesta a pagar lo que sea por la salud, tenían un amplio margen para invertir en publicidad tratando de engañar al máximo número de gente. Hubo muchos que lograron así enormes fortunas, aunque el efecto «colateral» fue que la publicidad comenzó a sufrir cada vez más la desconfianza de la gente, una fama negativa que resumió el famoso creativo francés Jacques Seguelá con la frase: «No le digas a mi madre que trabajo en publicidad, ella piensa que soy pianista en un burdel».Los abusos y engaños de esos productos milagro fueron cada vez más controlados por regulaciones y normativas, pero siguen y posiblemente seguirán existiendo quienes intentan aprovechar la confianza de la gente ante una promesa de fácil solución a sus problemas. Y dada la proverbial lentitud de la justicia ordinaria, curiosamente son los propios anunciantes, agencias y medios de comunicación los que más esfuerzo ponen en desenmascarar a los que utilizan la publicidad para engañar a los consumidores, a través de Autocontrol, la Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial.Es el caso de marcas como Somatoline Cosmetic, que promete en sus anuncios cosas como que «Reduce la celulitis rebelde un 33% en 4 semanas». O el «Vientre y Caderas», que «reduce hasta 4 cm en 4 semanas». Para lograrlo, parece que no hay más que comprar sus productos, pues en los anuncios sale una maciza durmiendo tranquilamente mientras «en 2 semanas reduce hasta un 33%», se supone que de todo lo que le sobra, aunque en la foto no parece que le sobre ni falte nada. Bueno, pues el jurado de Autocontrol determina claramente «el carácter engañoso de la publicidad» de esa marca, dado que las pruebas aportadas por el anunciante no respaldan dichos mensajes, e insta a que rectifique sus anuncios y etiquetas. Aunque Autocontrol no tiene poder legal para retirar los anuncios, deja los engaños al descubierto, y los medios asociados se comprometen a no publicarlos. Algo que beneficia a los consumidores y a la credibilidad de la publicidad en general. Porque si es difícil creer en milagros, menos aún que se vendan en frasco de cristal.