Santander

Qué bien torea Leandro

Enrique Ponce sale a hombros por la puerta grande, ayer en Santander
Enrique Ponce sale a hombros por la puerta grande, ayer en Santanderlarazon

- Santander. 4ª de feria. Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados y de muy buen juego. Lleno.- Enrique Ponce, de grana y oro, estocada caída, aviso (oreja); aviso, pinchazo, estocada (oreja). - El Cid, de tabaco y oro, tres pinchazos, aviso, casi entera, tres descabellos (silencio); estocada trasera (oreja).- Leandro, de verde y oro, estocada desprendida (oreja); cuatro pinchazos, estocada, dos avisos (vuelta).

Leandro salió ayer de Santander por su propio pie y tenía que haberlo hecho en volandas. Era de justicia. La espada roma le robó lo que había ganado a fuerza de toreo auténtico. No hubo ni un recurso facilón en toda su puesta en escena. Leandro emocionó con un toreo roto, profundo, gozado, entregado desde los cimientos del muletazo y condecorado mucho más allá de la cadera. Hubo pases monumentales en una eternidad de toreo. Tocaba Leandro la tierra del ruedo de Santander, perdidos los trofeos del sexto y ganado el crédito y quedaba la sensación de que la Fiesta se estaba perdiendo un torero. ¿No habrá sitio dentro de tanta vulgaridad? Entendió Leandro a este sexto, el remate a un corridón con mayúsculas que lidió ayer El Puerto de San Lorenzo. Pocas corridas tan buenas, tan bien rematadas, con tanto que torear... Manseó en el caballo y rompió en la muleta, roto el toro a humillar en el último tercio, comenzó el festival. Desnudo de convenciones, el torero se olvidó de todo, encajó la figura y de esa entrega nacieron muletazos soberbios, de expresión al límite. Así por la derecha y más todavía cuando cogió la muleta por la zurda. Alcanzó la faena esa magia que no está escrita en ningún manual pero que da sentido a este rito de vestirse de torero. La espada lo puso todo negro, pero la chispa había prendido mucho más allá de los trofeos. Es más ya había sembrado ante el buen tercero, que tenía un pitón derecho exquisito. Humillaba mucho y lo hacía con total entrega. Qué manera de embestir. Leandro anduvo suave, solvente, lúcido, torero y disfrutando, como si llevara treinta tardes y tuviera la temporada hecha. El premio supo a poco. Antes, El Cid había dejado el sabor de una tarde muy seria. El segundo fue un buen toro. Tuvo cuajo en la embestida y fijeza y con él anduvo importante. Si comenzó por naturales sin darse coba evolucionó la faena a bien por derechazos. Tuvo plenitud en los viajes y acabó con redondos un trasteo con cierta enjundia. La espada desdibujó lo anterior.El quinto tuvo buen son pero le duró poco y a izquierdas apenas tenía medio viaje. Vimos la versión mejorada y renovada del torero, tan centrado como sincero. Aprovechó primero la boyantía por el pitón diestro y se empeñó en sacar oro por el izquierdo donde no había más que carbón. Enrique Ponce salió por la puerta grande del coso de Cuatro Caminos. Basó su primera faena en el pitón diestro a un toro que se dejó hacer y acabó rajándose y con el cuarto, de más genio, se fajóy conectó con el público.