Gáldar
Quién puede secuestrar a un niño
No era una psicosis caprichosa, más bien era un mecanismo de alerta. La detención de al menos un agresor de niños lo demuestra.
En estos días se ha demostrado que el clima de terror y angustia que se vive en Gran Canaria no obedecía a una psicosis sin base. La isla tiene dentro a un secuestrador que ataca a los niños. La madre de Sara Morales piensa que todos los casos están relacionados. Junto a los desaparecidos, su hija y Yeremi Vargas, ha habido una serie de intentos frustrados, algunos tomados hasta ahora como simples fantasías. Pero resulta que existe un secuestrador que el viernes 4, pasadas las 18:45, en el barrio de La Garita de la ciudad de Telde, al más viejo estilo de comeniños, intentó llevarse a la fuerza a Sandra de nueve años. Sus gritos alertaron a la madre de la amiga que iba a visitar y juntas lograron que el raptor huyera. En general no es «políticamente correcto» suponer la existencia de un Hombre del saco, por lo que se tiende a considerar los casos de forma aislada.
La leyenda del coche blanco
Ahora la situación ha cambiado. Podría decirse que la Policía busca un asesino en serie porque ha detenido al dueño de un incinerador de animales y recogido muestras para averiguar si hay restos humanos. La conclusión es clara: temen encontrarse ante un pederasta capaz de abusar de niños y deshacerse de ellos en los antiguos hornos. No han aparecido pruebas concluyentes, pero la Policía no suelta su presa. Suponen que han encontrado a un delincuente relacionado con el clima de terror que sacude a la población. Quizá no sea responsable de todos los casos de secuestro o secuestro frustrado, pero puede estar relacionado con algunos.
El intento de rapto de Sandra se produjo cuando ésta iba a casa de una amiga. De pronto se detuvo a su lado una furgoneta blanca, conducida por un joven de unos 35 años, vestido con vaqueros, camiseta y zapatillas negras. Le preguntó una dirección y le ofreció cinco euros si se subía al coche. El clima de terror tuvo en este caso efectos positivos porque la niña se negó a subir y su reacción provocó que el conductor descendiera del coche y sujetara a la pequeña por el cuello, tapándole la boca con una mano a la vez que le susurraba que no gritara porque «llevaba un cuchillo». El carácter desinhibido de Sandra hizo que forcejeara con el agresor y que la madre de su amiga se percatara de la situación y gritara desde su terraza. Sintiéndose descubierto, el secuestrador huyó en la furgoneta. La leyenda del coche blanco había dejado de ser una hipótesis.
Las continuas denuncias y quejas de los ciudadanos se demostraron acertadas. No había un ambiente de psicosis sino de alerta ante un ataque reiterado de al menos un agresor de niños. Se ignora cuántos niños han sido acosados por la furgoneta blanca, pero hay algunos especialmente graves. El primero se produjo tras el secuestro, no resuelto, de Yeremi, cuando una mujer avisó de que su hija se había salvado de un rapto en la misma localidad de Vecindario, de donde desapareció Yeremi en marzo. Hay constancia de hechos parecidos en Gáldar. No obstante, hasta ahora, no hay datos sólidos para relacionar los diferentes asaltos.
Con antecedentes
En el propio Telde, hace unos meses se detuvo a un individuo que en el barrio de El Calero intentaba subir niños a su coche. Recientemente ha sido detenido un sospechoso que encaja con la definición que hizo de él Sandra, tiene además una furgoneta blanca y antecedentes: es el presunto autor de un delito sexual. Podría ser el hombre buscado. La Policía se centra en levantar una batería de pruebas que lo implique en los diversos casos.
Los agresores de niños a veces sufren el «síndrome de Peter Pan» o miedo a crecer, un trastorno que los lleva a tener una verdadera obsesión por las criaturas. Su incapacidad para mantener una relación les hace buscar contactos enfermizos con menores indefensos. Sin embargo, en otras ocasiones, son simples sádicos o criminales sexuales que disfrutan con la vulnerabilidad de los pequeños. La historia del crimen está llena de grandes asesinos de niños. Su acción comienza por un rapto y acaba con una fuerte campaña de seguimiento y denuncia. En casos extremos, el propio pederasta se entrega, incapaz de soportar el ritmo de sus crímenes.
En Gran Canaria, todo empezó el 31 de julio de 2006, cuando fue secuestrada Sara Morales, de 14 años. Se sucedieron lo que parecían leyendas urbanas que señalaban a un individuo joven y fuerte, que intentaba raptar niños en una furgoneta blanca. El coche no era uno de esos furgones grandes, industriales, sino uno pequeño, exactamente como el que ha sido hallado.
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