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Reacción de una madre
La Justicia en España continúa dando motivos de escándalo. Mi amigo Rogelio dice que es como si pidiera a gritos una profunda reforma, acorde con los tiempos. Las sentencias de los tribunales provocan perplejidad en demasiadas ocasiones. Lo acabamos de comprobar con la Audiencia de Alicante al condenar a nueve años y medio de cárcel a una madre por rociar de gasolina, quemar y matar al violador de su hija. Además deberá pagar 140.000 euros a la viuda y sus cuatro hijos. Sucedió hace cuatro años en Benejúzar (Alicante), como todo el mundo ha conocido días pasados. Comprendo la reacción de la condenada, pero creo que un Estado de derecho, que se sustenta precisamente en las leyes, no puede perder la reflexión. El caso produce cierta hilaridad, ya que por una parte el crimen no resulta excesivamente castigado. Parece más paradójica la obligación de una gran indemnización, como si el dinero se convirtiera realmente en el instrumento justiciero. Sin embargo, la Justicia no profundiza en la esencia de la cuestión y, en mi opinión, se inhibe de una grave responsabilidad, como es haber impedido que ese despreciable sujeto disfrutara de permiso carcelario y lo hiciera junto a las víctimas en el pueblo donde había ejecutado su execrable delito. Es difícilmente justificable la reducción de penas para quienes no garantizan que no volverán a delinquir y aún más incomprensible que no se pongan los medios para que estos malnacidos no puedan acceder a la convivencia con las víctimas. De alguna forma, los magistrados son corresponsables de reacciones como la de esta madre, que se vio obligada a soportar la presencia y la mofa del violador de su hija menor de edad. Desde esta perspectiva su actuación puede llegar a ser comprensible e incluso natural. La impartición de justicia no puede limitarse a un simple acto administrativo sino que debe adornarse de sensibilidad y de una aportación a la solución de los problemas de la sociedad. Aunque este aspecto bien merece una periferia aparte.
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