Literatura

Valladolid

Romance de la ceja

La Razón
La RazónLa Razón

Érase un tiempo pasado./Década de los sesenta,/ fallecido siglo Veinte/ con tantos gozos y penas./ El joven Víctor Manuel,/ cantante de voz serena,/ entonaba sus baladas/ astures, con gracia y fuerza./ Y entre los cantos astures,/ con sus playas siempre bellas,/ sus minas y sus abuelos/ sus varas y sus tristezas,/ cantaba al Generalísimo/ una canción tan hortera,/ tan sumisa y tan pelota/ que hasta el General Iniesta/ al oírla se ponía/ rojo de vergüenza ajena./ En el siglo Veintiuno/ hace gestos con las cejas.

Érase un tiempo pasado,/ era niña y ya era estrella,/ y en el Régimen de Franco,/ creció en el canto y la escena./ Casó con Víctor Manuel/ la novia de España entera./ Llegada la libertad,/ tomó Ana Belén, su senda/ que llevaba al comunismo/ y amor a su clase obrera./ Los contratos le llovían,/ a chorros por la cabeza/ y mírala, mírala,/ iba de aldea en aldea/ de pueblo en pueblo cantando,/ miliciana y mitinera/ en un lujoso «Mercedes»/ comprado de forma honesta/ porque quien gana dinero,/ hace con él lo que quiera/ y no por ser comunista/ chalé, coche y barco muestran/ en quien los tiene y los goza/ debilidades burguesas./ En el siglo Veintiuno/ hace gestos con las cejas.

Érase un tiempo pasado,/ y en Valladolid, apenas/ podía cumplir su sueño:/ «Yo quiero ser una estrella»./ «Mamá, quiero ser artista»/ y en la Capital me esperan./ Era joven y atractiva/ luna de la primavera./ En Madrid trabó amistad/ con José Luis Sáenz de Heredia/ director de cine y primo/ de los Primo de Rivera./ Sáenz de Heredia suspiraba/ por donde pasaba ella,/ y se volcó en ofrecerle/ todo para que ella fuera/ la más cotizada actriz/ de toda la Celtiberia./ Cuando lo fue, se olvidó/ que existía Sáenz de Heredia/ el director que era primo/ de los Primo de Rivera/ y comenzó su andadura/ de izquierdista de derechas./ Pasó de Conchita a Concha,/ destrozó a Santa Teresa,/ y fue una mujer mimada/ incluso por su Excelencia./ En el siglo Veintiuno/ hace gestos con las cejas.

En un humilde chalé/ de Madrid, en las afueras/ en una urbanización/ Somosguas, por más señas,/ superando las penurias/ y familiares pobrezas/ inició Miguel Bosé/ su socialista carrera./ Y en los fines de semana/ –propio de la clase media–,/ se acomodaba en «La Virgen»/ una finquita modesta/ que el gran Luis Miguel, su padre/ tenía en Sierra Morena/ con más hectáreas que brillos/ en julio dan las estrellas./ Canta bien y baila bien/ y se ha ganado de veras/ lo que tiene con trabajo/ voluntad e independencia./ Por ello no necesita/ como otros y otras, la escena/ de hacer gestos en el siglo/ Veintiuno con las cejas.

Como tampoco Sabina/ que es anarquista y poeta/ y ha caído en los mensajes/ de las cejas zapateras./ Y Serrat, que a estas alturas/ nada le quitan o niegan/ y no precisa venderse/ por un quítame esas cejas./ Todos ellos, menos una/ han ahorrado con prudencia/y no deben someterse/ al Poder y sus prebendas/ cuando bastantes millones/ de los que entran en sus cuentas/ vienen de libres bolsillos/ y no de mansas ideas./ La «Cultura» que ellos dicen/ si sirve al Poder, es hueca./ Creo que son más de culo/ sus pobres «c», que de cejas.