Literatura
Si yo te contase
Del mismo modo que es muy probable que las ratas o la carcoma hayan destruido novelas de la misma calidad literaria que «El Quijote» o poemas de la intensidad lírica de los de san Juan de la Cruz (escritos por otros frailes, en el frío de las celdas y al calor del amor), también cada día alguien se despide del mundo llevándose sus secretos, que nos hubiesen ayudado a entender España pero que nunca retornarán del último viaje. Son sílabas de barro que se desmoronan, recuerdos que se apagan para siempre, cruciales episodios que jamás serán desvelados.
Se dice que, cuando se muere un anciano en una tribu africana, es como si ardiese una biblioteca, algo que ocurre también aquí y en otros lugares cuando la memoria se convierte en ceniza. Y, en el lecho del adiós, a quien ya ha puesto un pie en el estribo del misterio apenas se le entiende mientras dice: «Si yo te contase…». Pero no lo ha contado, y al «puzzle» de la historia le faltan piezas, y los detalles que contextualizan la grandeza o la villanía nos serán negados para siempre.
Más que un ascético elogio de la discreción, en la España de hoy hacen falta personas que hablen, que cuenten las verdaderas historias de la Historia. Hoy hace veintiocho años, Tejero fue la marioneta de una trama civil y militar que intentó que la democracia española saltase por los aires, en aquel 23-F de infeliz memoria en su intención, pero de estimulante desenlace gracias al pueblo y a la mayoría de sus líderes. Habiéndose publicado decenas de libros sobre el episodio, aún queda mucho por contar siquiera fuese para evitar que la historia, como las morcillas, se pueda repetir: «Ambas están hechas con sangre» (Ángel González). Ojalá el general Sabino Fernández Campo publicase las notas que escribe cada día desde hace años, por mucho que la discreción se alíe con la lealtad en su conciencia… Pero no sólo del 23-F vive el hombre: hay chanchullos económicos, fraudes a manta, sobornos mafiosos, maletines de dinero negro, engaños, tejemanejes, complots y abusos que, si sus testigos siguen ejerciendo el mester de discreción, serán comidos por las ratas, como esos «Quijotes» escritos y no escritos.
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