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Supervivencias

La Razón
La RazónLa Razón

Ala espera de un estudio científico que explique el actual nivel de influencia de la televisión en la percepción de la realidad, es un hecho probado que la capacidad cognoscitiva del pedestre urbanita pasa por el filtro de lo que le echen por el aparato instalado en la salita de estar. De ahí pasamos a que la experiencia existencial no tenga más alcance que el del mando a distancia.Las leyendas urbanas de teorías conspiratorias sostienen por ejemplo que la llegada a la luna se hizo en un plató. Hoy hay que preguntarse hasta dónde llega el componente de ficción en los llamados «reality-shows», que todavía algún directivo pazguato califica de estudios sociológicos. Toma del frasco. El retortijo de desventuras, trifulcas y miserias corporales de los concursantes del género en sus diversas vertientes hace tiempo que no interesan ni a su parentela, y su proliferación no sirve más que para rellenar por cuatro perras las horas vacuas de la programación. Artistas del hambreSi ahora se descubre la superchería de «Perdidos en la tribu», donde unas familias se buscan la vida entre salvajes domesticados por contrato como atracción turística, más guasa tiene aún el caso de «Supervivientes», donde unos famosuelos de escaso calibre lucen sus habilidades como artistas del hambre en una supuesta isla desierta, que podía ser más bien la desarreglada playa trasera de un «Resort», que se ha sostenido boqueando en la audiencia por las hemorroides del Golosina, hasta poner toda la tropa pies en polvorosa ante la llegada de un terremoto con amenaza de tsunami. ¡Pero hombre, justo cuando el invento podía haber tenido algo de verosimilitud y riesgo, van y se achantan! Qué poco sentido del espectáculo.Puestos a mostrar las crudezas de la realidad, más valdría por ejemplo tratar la lucha por la supervivencia de una cadena como Telecinco, a la que no le paran de suceder desgracias, desde brotes de gripe porcina al finiquito de Sardá y su tribu. A veces el circo está en la propia casa. Sólo les falta ser pocos y que se ponga a parir la Campos.