Cataluña

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La Razón
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Si el Presidente estadounidense descubrió el poder político –por comunicativo– de internet y el Sr. Zapatero, entre otros líderes occidentales, sigue sus pasos, aquí TVE desarrolló hace poco un sistema para que gobernantes o pretendientes observaran los rostros, preocupaciones y hasta las preferencias del pueblo llano. Resulta como un «Fuenteovejuna» actualizado, sin malvado Corregidor, pero todos a una se atreven a dar la cara frente y hasta contra el político de turno. La personalidad del pasado lunes, que obtuvo un popular aprobado alto, fue Mariano Rajoy (Mariano para alguno de los interpelantes). El populismo estuvo servido, como antes había sucedido con el Presidente del Gobierno, aunque el representante del PP prefirió dejar pasar las elecciones gallego-vascas en incansable paz octaviana. El atemperado político consiguió llevarse a su huerto a unos pocos e insomnes ciudadanos que, en su conjunto, demostraron que la mayor preocupación de los españoles ¡oh sorpresa! es la crisis económica que tan mal ha sobrellevado la Caja de Castilla-La Mancha, la primera honrosa baja del ejército que observa atenta y críticamente el Banco de España. Casi lo que menos interesó al ciudadano de a pie fueron las posibles corruptelas y seudoespionajes que llenaron tantas páginas de periódicos y horas de tertulianos radiofónicos y televisivos. Porque lo que cuenta es el bolsillo de cada quien. La enseñanza se solapó con las buenas intenciones de las que ya hizo gala el presidente de los EE UU. De poco sirvieron las manifestaciones universitarias y aún menos la naturaleza de parados e inmigrantes, afectados por el desmoronamiento del ladrillo.En Gran Bretaña, si alguien tiene una pregunta de naturaleza política, económica o que contradiga el programa que votó, se dirige personalmente a su representante. Éste cuidará de que los de su circunscripción reciban adecuada respuesta. Pero la democracia británica es tan antigua que hasta dispone de una Cámara de Lores. Nosotros ensamblamos reinos medievales que se mantienen hoy (entiéndase Navarra o el País Vasco) o Cataluña, siempre a la espera, o Galicia o el insigne reino leonés, o Castilla imperial o la Andalucía mestiza, curiosas originalidades en razón de fueros, leyes peculiares, lenguas y hasta fronteras interiores. Algunas autonomías disponen hasta de policía autónoma, bien distinta de la municipal, la nacional, la Guardia Civil u otras. Cada español es, a su vez, no sólo partidario de un equipo de fútbol, sino de su Caja de Ahorros. Uno tiene no una sino múltiples preguntas que dirigir a sus políticos más próximos (los municipales) o lejanos (como los que se saludan en el Salón de los Pasos Perdidos). Pero se pierden en el éter, sin respuesta, evasivas, sin alcanzar las ondas o las imágenes televisivas. El público cree entender en los cien elegidos por TVE, de los que pregunta un tercio, como una representación del pueblo llano, porque el Congreso –y no digamos el Senado– deben parecerles oscuros o poco representativos. Siéntese perdido el parado en su holganza y el empresario en su negocio que le lleva más dolores de cabeza de los que esperó nunca, oteando la próxima reunión del G-20 que ha de abrir los corazones a la esperanza de un neocapitalismo o capitalismo renovado. Y si somos más pobres, no hay duda, es nuestra culpa por manirrotos y despreocupados. Se nos corregirá.