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Un sistema que genera polémica

La Razón
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MADRID- «Me parece bien que exista un servicio así», dice Marta, mientras se toma una copa en un local tranquilo al que viene un par de veces por semana. «Hoy no he traído el coche, pero normalmente sí lo hago, porque vivo en el PAU de Vallecas y allí no hay nada. Es una tirada hasta el centro». Normalmente, jamás bebe cuando le toca volver en coche, dice, pero «siempre hay un día que se te va la mano, y la verdad, dejar el coche en el centro, como comprenderás, es una locura. Te van a freir a multas. Para esos casos concretos está bien. No se trata de eludir los controles para ir a doscientos. Se trata de llegar a casa tranquilamente sin que te desplumen». Para ella, que alguna vez ha usado el servicio que avisa de los controles, todo el «tinglado» está preparado para que , por unas o por otras, el ciudadano pague. «Es un tema de recaudación: paga un parking, paga la hora, paga la multa si te has tomado media cerveza. Una cosa es que haya normas y otra que se ceben con una. Porque a los que van a doscientos cincuenta en carretera me parece a mío que no los pillan».No todo el mundo piensa así. Juanjo y su pandilla se turnan. Son cinco y cada día de «marcha» a uno le toca no beber ni una gota y llevar al resto del cargamento a casa. «Si yo que tengo veinte años puedo darme cuenta de que conducir borracho es una locura, cualquiera puede hacerlo. La gente tiene que responsabilizarse. Piensan que vale todo para poder escaparse. Y no vale todo». Unos metros más allá, Marcela pelea con su propia borrachera. Las palabras le salen pastosas y sus ideas son inconexas. Lleva cinco o seis cubatas, ha perdido las gafas y aunque a duras penas podría mandar un sms, piensa coger el coche una noche más.Por supuesto, la opinión de los expertos es tajante; ellos saben que lo que el bebedor considera «un puntillo» es más que suficiente para ralentizar sus reflejos y provocar una nueva desgracia en la carretera.