Irak

Una bandera del revés

La Razón
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Director: Paul Haggis. Guión:P. Haggis, según un argumento de Haggis y Mark Boal. Intérpretes: Tommy Lee Jones, Charlize Theron, Susan Sarandon y James Franco . Duración: 123 minutos. EE UU, 2007. Drama.

 

Una bandera americana del revés lo es todo: el símbolo de una nación ondeando hacia el suelo, observando las miserias de lo que representa. Acaso una imagen demasiado redundante cuando una película entera, «En el valle de Elah», ha invertido dos horas en hacerla patente, en convertirla en marca registrada de su descontento. No me malinterpreten, no estamos ante un filme antipatriótico: sólo los patriotas pueden identificarse hasta tal punto con su bandera para utilizarla como señal de alarma. Paul Haggis no hace más que ilustrar lo que los patriotas como él –y como su protagonista, Hank Deerfield (majestuoso Tommy Lee Jones), el ex militar que investiga la repentina desaparición de su hijo, que acaba de regresar de Irak– sienten al ver a sus muchachos volver del frente, enloquecidos por una causa perdida. Mucho más sutil que la nefasta «Crash», «En el valle de Elah» disfraza de «thriller» criminal lo que es cine de denuncia en toda regla, tan crítico con las instituciones como aquel cine político de los setenta que radiografió los efectos secundarios de la guerra del Vietnam en la sociedad norteamericana.

Otra imagen, lentamente revelada al espectador, conecta «En el valle de Elah» con «Redacted». Como en la película de Brian de Palma, la supuesta verdad surge de la tecnología digital, en este caso no de los videoblogs ni de las videoconferencias sino de un vídeo casero grabado por un teléfono móvil. La imagen de lo que ha ocurrido en Irak es telerrealidad doméstica, los sucios restos pixelados de una muerte injusta. Sólo vemos lo que esa muerte lejana y absurda provoca en sus verdugos, que inevitablemente son víctimas. Afortunadamente, la película es más melancólica que victimista: excepto por una metáfora bíblica que justifica el título pero que aporta poco al tono del relato, Haggis prefiere mantenerse al margen, modesto y extrañamente humilde, a distancia de un sentimentalismo que se diluye en el mensaje ideológico de la película (ver, si no, la secuencia del abrazo entre Hank y su mujer, Susan Sarandon) en el hospital: un plano general respeta el dolor de los personajes). Siguen gustándole las palabras importantes y las grandes gestas, pero ha aprendido a empequeñecer su huella, a creerse menos autor, a hacerse todo lo invisible que exige este filme sobre un país equivocado.

 

Sergi Sánchez