Conciertos

Una «Pasión» casi de ópera

La Razón
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Temporada de la OCNEObras: Bach: «La pasión según San Mateo, BWV 244». Solistas: Coro y Orquesta Nacionales de España. Director: Paul Goodwin. Auditorio Nacional de Música, Madrid. En un modélico libro-programa (68 páginas), José Luis García del Busto evocaba la historia de las «Pasiones» de Bach en la Orquesta Nacional, iniciada como tradición anual con Frühbeck de Burgos en 1964 y mantenida hasta 1978, el último año de la titularidad del maestro, que retomó el uso en su etapa como Director Emérito entre 1998 y 2001; la «Pasión según San Mateo» ha vuelto a provocar el lleno en el Auditorio, traída ahora por un notable músico inglés, Paul Goodwin (Warwick, 1956), director excelente que volvía a Madrid tras su éxito en el Real en 2007 con «La violación de Lucrecia». Con una visión moderna dentro de la corriente historicista, buscando quizá el trasfondo operístico de la obra, Goodwin, con «tempi» rápidos y enérgicos, combinó el instrumentario actual con el de época (oboes «d'amore», «da cacia», viola da gamba, órganos positivos), tocados unos y otros por los extraordinarios solistas de la Nacional, que pasa por una de las etapas áureas de su historia en lo que al nivel técnico hace referencia. Dígase tres cuartos de lo mismo del Coro Nacional, que hoy se desenvuelve con idéntica soltura en un oratorio de Bach o en el «Requiem» de Ligeti.Un gran Rufus MüllerUna «Pasión» que se precie no es sin un «Evangelista» de primera: el británico de origen alemán Rufus Müller lo es de división de honor, uno de los más grandes traductores modernos del capital papel del narrador bachiano; una afección de garganta estuvo a punto de cancelar su actuación, que afrontó con profesionalidad a prueba de bombas y que el público premió con lógico entusiasmo. A similar nivel de calidad estuvieron la soprano canadiense Suzie LeBlanc, de voz cortita pero diáfana, el tenor germano Markus Schäfer –un tanto estrambótico en posturas y gestos–, el contratenor Daniel Taylor y el barítono neozelandés Jonathan Lemalu, que compuso un «Jesús» excesivo en su constante iracundia. El conjunto fue estupendo.