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Verdú: «Espero que no me cojan manía»

La Razón
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No es habitual que alguien sin arrugas ni temblores sujete un premio honorífico a toda su carrera como la Medalla de Oro de la Academia de Cine, pero es que Maribel Verdú, que aún no ha cumplido los cuarenta, tiene muchas batallitas que contar, aunque carezca todavía de nietos que la escuchen. 25 años de profesión han dado para pasar de adolescente tontorrona de barrio en «La estanquera de Vallecas» (1987) a la leal ama de llaves en plena Guerra Civil de «El laberinto del fauno» (2006), y en medio algunos títulos de esos que se cuelan en las enciclopedias: «Amantes» (1991), «Belle Époque» (1992), «La buena estrella» (1997)... Puente entre generaciones «Es la actriz más popular, querida y admirada por su generación», decía ayer rotundamente la presidente de la Academia de Cine, Ángeles González-Sinde, para justificar que se haya convertido en la premiada más joven de la historia del galardón. La directora también destacaba su función de puente entre la generación más veterana y más joven de realizadores de nuestro cine. La homenajeada confesó que recibir el mismo premio que Fernando Fernán- Gómez, Elías Querejeta y Concha Velasco le produjo tanto «vértigo» que fue incapaz de contárselo a ninguno de sus compañeros de función en el teatro («Un dios salvaje», de Yamisna Reza, que representa en el Alcázar de Madrid), quienes tuvieron que enterarse por la Prensa: «Nunca me habían otorgado un premio y en estos dos años me los han dado todos. Lo único que quiero es que no me cojan manía». Efectivamente, Maribel Verdú había visto cómo Victoria Abril se alzaba con el Oso de Plata a la mejor actriz del Festival de Berlín por «Amantes» y que los Goya le habían negado la estatuilla hasta cuatro veces. La intérprete recordaba ayer que fue especialmente cruel la noche en que «La buena estrella» se hizo con casi todos los Goya a los que aspiraba, menos en su candidatura. «El laberinto del fauno» supuso el arranque de una nueva racha en la que los críticos y los premios se rindieron a la actriz. Coppola En la vorágine, Francis Ford Coppola la convocó como protagonista de «Tetro», un hito al que Verdú trata de no darle demasiada importancia: «Si algo he aprendido es a relativizar y a tomarme las cosas con mucha tranquilidad. Lo que me importa es el recorrido de cada proyecto y no el resultado final. Estos cuatro meses en Argentina con Coppola han sido una experiencia estupenda, pero estoy igual de encantada con la función que represento y con la próxima opera prima que rodaré este verano en Zaragoza». Puestos a hacer balance, le resulta extremadamente complicado elegir entre Fernando Trueba, Vicente Aranda, Bigas Lunas y Carlos Saura, por citar sólo a valguno de los directores que la han convertido en musa, pero recuerda especialmente, y aún más por su ausencia, a Ricardo Franco: «Eramos muy amigos. No sólo me dio la oportunidad de hacer mi primera película, sino que además hubo un antes y un después en mi vida gracias a ¿La buena estrella¿. Cada vez que me ocurre algo bueno pienso en él».