Bruselas
Zapatero y Rajoy se la juegan en la UE
madrid- Ya estamos en campaña, y el entusiasmo de los ciudadanos por la cita europea es manifiestamente mejorable. Los partidos invocan la trascendencia de Europa y la importancia de las decisiones que allí se toman, pero en realidad están enzarzados en una bronca política nacional al hilo del aborto, la crisis, el paro, el «caso Gúütel» o el Yak. Los dos grandes, al menos, son conscientes de que los españoles votarán en clave nacional. Así que cuanto más ruido haya, mejor que mejor, deben pensar. La batalla se libra en el terreno español, no en el de Estrasburgo o Bruselas. Y así están diseñadas las campañas. La del PSOE, sin duda, pretende igualar a la derecha con un presunto retroceso en los derechos y las libertades; con los principios y valores que llevaron a la economía a la deriva; con la doble moral; con lo más «rancio y radical» de la derecha europea... Detrás de todo ello no está Europa, ni su Comisión, ni los escaños en juego. Más bien una estrategia llevada al extremo para evitar que la lectura de los resultados se plantee en términos de moción de confianza al Gobierno; un castigo por la gestión de la crisis económica; una reprobación a un Ejecutivo que suma cuatro millones de parados, y un nuevo varapalo a un PSOE con serias dificultades para tejer la más mínima alianza parlamentaria.
Los españoles decidirán el 7-J, sin saberlo, el rumbo y los plazos que Zapatero pueda imponer el resto de la Legislatura. Una derrota contundente puede llevar a un adelanto electoral, dicen algunos. Una victoria se traducirá, en cambio, como un aval a la gestion del Gobierno. Hace un par de semanas que en el PSOE el pesimismo que les insuflaron distintas encuestas ha tornado en esperanza. «Me conformo con perder por uno», decía hace unos días un alto dirigente de la Ejecutiva federal. Salvar los muebles, esa es la consigna, tras reconocer las dificultades para la victoria, por más que se intente decir que la prueba de verdad no es para el Gobierno, sino para un Rajoy cuyo liderazgo no está consolidado.
Sea como fuere, los socialistas conscientes de que la falta de apoyos políticos en el Parlamento y un descalabro en las urnas pueden determinar el principio del fin de la Legislatura.
Rajoy y su futuro
En el PP hay bastante coincidencia a la hora de valorar cómo se presentan las elecciones europeas y lo que en ellas está en juego en clave de partido. Mariano Rajoy se lo juega todo. Es decir, si gana estos comicios, nadie dentro de su organización política estará legitimado para cuestionarle de aquí a las próximas elecciones generales, pase lo que pase y se celebren cuando se celebren. Si pierde, retrocederá a la situación de un año atrás, cuando la crisis interna estaba en pleno proceso de ebullición en vísperas del Congreso de Valencia.
«Tal y como está el patio, en estas europeas se reedita el duelo entre Rodríguez Zapatero y Rajoy de las pasadas generales. Y si Rajoy se lo juega todo, también Zapatero», sostiene uno de los consejeros áulicos del presidente del PP.
Los populares dan formalmente el pistoletazo de salida a la campaña convencidos de que tienen posibilidades ciertas de ganar; de que su principal baza –y la única que hasta ahora han jugado– es la crisis; y con los pies en la tierra sobre las posibles interferencias del «caso Gürtel», la investigación judicial sobre la trama de empresarios que lideraba Francisco Correa, hoy en prisión.
Como explica un miembro del Comité de Dirección, a diferencia de las elecciones gallegas, ya no existen «las bazas de Garzón y de un ministro que se va de cacería, en el partido hay más gente silbando y mirando para otro lado y se une además el ruido de la sentencia del Yak-42». Aun así, Génova es optimista.
La crisis y el paro son las dos losas del PSOE y, lógicamente, la estrategia del PP pivotará más en la denuncia de las consecuencias de la gestión económica de Zapatero que en lanzar nuevas propuestas en ésta o en otra materia. Habrá, además, dos discursos paralelos, no contradictorios, pero sí con acentos distintos: el de Rajoy y el del candidato Mayor Oreja. Por decisión personal de este último, esta campaña tiene como seña propia, a diferencia de todas las celebradas desde 2004, la recuperación de la imagen del Gobierno de Aznar como aval de cara a la cita con las urnas.
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