Injusta traición

«En la niebla» consigue recuperar cierta tradición del cine bélico soviético de la era pre-Glasnost –pienso en «Ven y mira», de Elen Klimov.

«En la niebla» consigue recuperar cierta tradición del cine bélico soviético de la era pre-Glasnost –pienso en «Ven y mira», de Elen Klimov– llevándola al terreno de la introspección metafísica. Los bosques bielorrusos se convierten en espacio metafórico –un laberinto circular– de los horrores de la guerra y, por extensión, de la mezquindad humana, de la necesidad de buscar sospechosos entre los que suponemos cómplices para acallar nuestra rabia. La historia es simple: los nazis han ejecutado a tres hombres, y la Resistencia bielorrusa necesita señalar un traidor entre sus filas. La lucha por la supervivencia del acusado y su acoso por parte de dos guerrilleros centran un relato que busca su punto de fusión en la dilatación del «tempo», a base de largos planos secuencia, y en la tensión creada entre las ocasionales fugas al pasado para contextualizar la relación del trío protagonista y un presente cuya única salida es un banco de niebla.

Experto documentalista, Sergei Lonitzsa explora, en su segundo largo de ficción, después de la inédita «My Joy», los límites formales que separan la austeridad de lo real con su implícita expresividad psicológica. Salvo algún arrebato explicativo, eso le permite hacer una película fatalista sobre la condición humana desde la distancia, con una encomiable economía de recursos, árida a la vez que elegante, y desoladora.