Independencia de Reino Unido
18-S: ¿Debería Escocia ser un país independiente?
Es la pregunta del referéndum convocado para el otoño de 2014. Alex Salmond, el «Braveheart» del siglo XXI, cae en los sondeos
Con el apoyo a la independencia más débil que nunca, no existe una razón de peso para que Alex Salmond piense que el 18 de septiembre de 2014 va a salir victorioso en el referéndum en el que Escocia decidirá su futuro. Pero esta es la fecha que el nacionalista anunció ayer para celebrar la histórica consulta. El ministro principal señaló que la cita será la guinda a un «intenso verano» en el que intentará insuflar el ánimo patriótico a un pueblo que cada vez tiene más dudas sobre cortar el cordón umbilical con Londres.
El referéndum ha sido objeto de mucha especulación desde que el Partido Nacional Escocés (SNP) de Salmond, que tiene buena relación con los políticos catalanes, obtuviera una mayoría sin precedentes en las elecciones de 2011. El Gobierno de Londres dijo el año pasado que para que el resultado fuera vinculante, tendría que realizarse en los próximos 18 meses, ya que la incertidumbre política estaba afectando a la economía británica. No en vano, el Reino Unido ha perdido por primera vez desde los años 70 la Triple A. Sin embargo, el nacionalista siempre quiso hacerlo coincidir con el 700 aniversario de la llamada Batalla de Bannockburn –en la que los escoceses ganaron a los ingleses- convencido de que este factor le podría beneficiar.
Por otra parte, no hay que olvidar que Glasgow celebra en julio y agosto del año que viene los Juegos de la Commonwealth, en los que Escocia compite como nación independiente. Y visto el éxito de las Olimpiadas de Londres de 2012, Salmond no quiere perder la oportunidad de sacar tajada de los sentimientos patrióticos que el deporte hace florecer. Sin embargo, hay un dato que se le ha pasado por alto.
En septiembre de 2014, tiene lugar el 75 aniversario de la declaración de guerra del Reino Unido a la Alemania nazi. Y los carteles de «Mejor Juntos» acompañados de las fotos de Churchill –que se convirtió en primer ministro en 1940- pueden ser la peor propaganda para su campaña independentista. Los partidos tendrán 16 semanas para convencer a los escoceses para que voten "sí"o "no"a la siguiente pregunta: «¿Debería Escocia ser un país independiente?». La cuestión inicial era: «¿Está usted de acuerdo con que Escocia debería ser un país independiente?», pero a principios de este año, la Comisión Electoral sugirió cambiarla por considerarla «algo tendenciosa». Los expertos señalaron que podía inducir a votar afirmativamente, ya que, al buscar el acuerdo, «se daba por hecho que la independencia era algo bueno», por lo que sugirieron un formato más neutro.
David Cameron aplaudió la rectificación y se ha comprometido a trabajar con el Gobierno escocés para aclarar qué significaría, a efectos prácticos, la independencia. Aunque ha dejado claro que de ninguna manera habrá una «prenegociación» ante una posible salida de Escocia del Reino Unido. Los escoceses demandan más que nunca claridad a sus políticos. Hay mucho en juego y cuanto más tiempo pasa más merma el apoyo separatista. De hecho, una última encuesta publicada en enero constató que el porcentaje de escoceses a favor de la secesión descendió el año pasado al 23%, la cifra más baja desde 2010, frente al 32% que la respaldaba en 2011.
Las lagunas que ofrece el equipo de Alex Salmond cuando se le pregunta por el futuro de la nación están, por tanto, haciendo mella. No tiene un programa económico y hay dudas acerca de las relaciones con Bruselas y la seguridad de una Escocia apartada de Londres. ¿Tendría que volver a solicitar su ingreso en la UE? ¿Cuál será el vínculo con la OTAN?. Son preguntas que Salmond, que desde que anunció sus planes para convertirse en el «Braveheart» del Siglo XXI ha caído en los sondeos, aún no ha aclarado.
«Un voto por el 'sí' significa un futuro en el que podemos estar seguros, cien por cien de que el pueblo de Escocia tendrá el Gobierno por el que vota», subrayó ayer el primer ministro ante el Parlamento escocés. «Dos niñas caminan delante de un cartel con la fecha del próximo referéndum escocés, frente al Parlamento de EdimburgoLa elección está más clara cada día que pasa. Es la oportunidad de usar nuestros vastos recursos y nuestro talento para construir un país mejor o continuar con un sistema basado en Westminster que simplemente no funciona para Escocia», señaló el político nacionalista.
El SNP argumenta que los recursos petroleros del Mar del Norte y la industria local agrícola, la pesca y la industria del whisky permitirán a una Escocia independiente ser próspera en el plano económico. Sin embargo, el resto de los partidos –Laborista, Conservador y Liberal Demócrata– mantienen que la secesión perjudicará tanto a Escocia como al resto de Reino Unido. La independencia escocesa representaría, en fin, un verdadero reto para el Gobierno central y David Cameron a escasos meses de las elecciones generales que se celebrarán en 2015.
Una costosa consulta en plena crisis
Política y economía obedecen en ocasiones a pulsiones antagónicas. Aunque la ambición independentista de Escocia viene de lejos, el momento elegido para el referéndum se da de bruces con la crisis que atraviesa el Reino Unido. De hecho, Londres acaba de anunciar una reducción presupuestaria del 2% en todos los ministerios que supone un ahorro de 2.900 millones de euros. Y, en este contexto, muchos se preguntan si es oportuno gastar 10 millones de euros en la organización de la consulta escocesa. Tampoco hay que olvidar que el Reino Unido ha perdido por primera vez desde los años setenta su triple A, que la libra sufre una seria depreciación frente al dólar y que tiene todas las papeletas para atravesar una nueva recesión, la tercera en cinco años.
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