Angela Merkel
Merkel: “Ningún muro es tan alto que no pueda derrumbarse”
La canciller Merkel cierra los actos festivos en conmemoración al fin de la caída del Muro de Berlín con un alegato a los derechos europeos
La caída del muro de Berlín marcó el despertar político de Angela Merkel. El 9 de noviembre de 1989, la ahora canciller acudió con normalidad a su puesto de trabajo en la Academia de Ciencias de Berlín. En principio, un jueves cualquiera y una jornada más de trabajo como operaria de laboratorio, modesta función que distaba mucho de su cualificación como especialista en química cuántica.
Sin embargo fuera, en la calle, Berlín y toda Alemania convulsionaba ante las últimas noticias que estimaban próxima la caída del muro. Merkel seguía los acontecimientos por televisión. Desde su puesto de trabajo incluso atendió a la conferencia de prensa del por aquel entonces portavoz del comité central del SED (partido comunista gobernante), Günter Schabowski, que esa tarde anunció la apertura del Muro. Inmediatamente tomó el teléfono: “Mamá, en cuanto se derrumbe el muro iremos a comer ostras al Kempinski”. Merkel no olvidaba de esa forma una pequeña promesa con su madre: la de comer tan escaso manjar en la zona oriental en uno de los hoteles más famosos del Berlín del oeste.
Tras terminar su jornada, y como de costumbre, se dispuso a visitar la sauna del parque Thälmann cuando de camino la sorprendió una auténtica marea humana que se dirigía hacia el paso fronterizo de la Bornholmer Strasse; el primero que se abrió al libre paso de los ciudadanos. Por fin, y 30 años después de su construcción, cayó el muro. Los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA) fueron recibidos con entusiasmo por la población de Berlín occidental. La mayoría de los bares cercanos al muro daban cerveza gratis y los desconocidos se abrazaban entre sí. En la euforia de esa noche, muchos berlineses occidentales escalaron y se subieron a lo alto del muro. Berlín volvía a ser una.
Aunque Angela Merkel no tomó parte activa en las movilizaciones populares que precedieron y sucedieron a aquel acontecimiento, pronto se dio cuenta que era necesaria sangre nueva en alguno de los nuevos partidos que surgían por todo el país. Solo unos días después, y cuando todavía se escuchaban en Berlín los golpes de los martillos y picos contra el muro, la doctora Merkel se afilió a “Despertar Democrático”, un pequeño partido puesto en marcha a finales de octubre en Leipzig. Dieciséis años después fue nombrada canciller de Alemania y ayer, treinta años después de la caída del Muro de Berlín, pidió que la libertad y la democracia europeas sean siempre defendidas.
“No hay excusas, de nosotros depende la democracia, la libertad, los derechos humanos, la tolerancia; no podemos bajar la guardia, hay que luchar por los valores europeos”, aseguró en el Memorial del Muro de la Bernauer Strasse –una calle que en sí misma era frontera- y que hoy en día es uno de los lugares más emblemáticos de la capital, al representar la división que vivió la ciudad. "El Muro de Berlín es historia y nos enseña que ningún muro que mantiene afuera a la gente y restringe la libertad es lo suficientemente alto o ancho para que no pueda derrumbarse", añadió.
El homenaje al que también asistieron los mandatarios de Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia, países que se prepararon durante mucho tiempo para la caída del muro y que son a menudo acusados de no respetar plenamente las reglas del Estado de derecho, se celebró en un ambiente de discordia entre los aliados de la época de la Guerra Fría. De hecho, este aniversario está marcado por una falta de entusiasmo general y por las divisiones. En la memoria de muchos siguen las celebraciones de hace un década, cuando líderes de todo el mundo, incluidas las cuatro fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial, se dieron cita ante la Puerta de Brandeburgo para derribar un falso muro erigido para la conmemoración de los 20 años del fin de la Cortina de Hierro.
El mensaje en aquel momento fue claro: las murallas y las divisiones son cosas del pasado. Diez años después, el ambiente es diferente. El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, dejó Alemania el viernes por la noche después de dos días de visita y el presidente francés Emmanuel Macron llegará hoy a Berlín para una cena con la canciller y el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier.
Berlín pone fin hoy a una semana de celebraciones que comenzaron con una instalación frente a la Puerta de Brandenburgo compuesta por alrededor de 30.000 cintas con los deseos, esperanzas y recuerdos de las personas, suspendida en el aire para formar una "nube de libertad" de 150 metros de largo.
Junta a ella, se realizaron alrededor de 200 eventos solo en Berlín, incluso en las iglesias donde se reunieron miembros de la resistencia a los gobernantes comunistas de Alemania Oriental y en edificios que alguna vez formaron parte del temido servicio de seguridad del régimen, la Stasi. Además, un edificio en el centro de Berlín transmitió imágenes de vídeo del muro de 155 kilómetros de largo y, bajo el lema "7 días, 7 lugares", se realizaron conferencias, instalaciones de arte, charlas de testigos, películas y exposiciones en los lugares originales de la revolución en Berlín.
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