Brexit
Boris Johnson lucha para movilizar el voto conservador
El primer ministro británico aumenta su ventaja en las encuestas, pero los partidos pro-Brexit no tienen garantizada la mayoría absoluta en Westminster
No es ningún secreto que David Cameron y Boris Johnson no son precisamente grandes amigos. La rivalidad entre ambos comenzó ya en su época como estudiantes -donde coincidieron en el elitista colegio de Eton y en Oxford- y luego llegó a todo su esplendor en el mundo de la política. Cameron vio como una auténtica traición que Johnson hiciera campaña por el Brexit, tan sólo para incrementar sus posibilidades de liderar el Partido Conservador. Táctica, por cierto, que al que fuera alcalde de Londres le funcionó luego a la perfección.
El estilo de uno y otro no puede ser más opuesto. Y, sin embargo, el "tory" de melena albina está copiando ahora exactamente la misma estrategia que su “íntimo amigo” llevó a cabo durante la campaña electoral de 2015. En su día, Cameron advirtió sobre los peligros que entrañaba un Parlamento sin mayorías, con carteles donde se mostraba al entonces líder laborista, Ed Miliband, en el bolsillo de Alex Salmond, líder de los nacionalistas escoceses.
Pues bien, la historia se repite ahora con Johnson, que se encuentra en su lucha particular por conseguir la ansiada mayoría absoluta en los comicios anticipados del próximo 12 de diciembre. El excéntrico político advierte de que si los conservadores no logran los escaños suficientes, la oposición pactará una coalición liderada por el laborista Jeremy Corbyn, que llevará al país a celebrar en 2020 no solo un nuevo referéndum del Brexit, sino también un nuevo plebiscito sobre la independencia de Escocia.
Y es que ante la crisis por la que atraviesan las dos grandes formaciones y la posibilidad de que ninguna de ellas logre formar Gobierno, los nacionalistas liderados ahora por Nicola Sturgeon han aprovechado para pedir una nueva consulta soberanista como condición a quien llame a su puerta para pedir pactos. Corbyn se ha negado a celebrar plebiscito independentista en los dos primeros años de un hipotético Ejecutivo laborista, pero no se cierra a fechas posteriores.
El desafío soberanista, por tanto, ha logrado situarse al mismo nivel en esta campaña que la compleja cuestión del Brexit. En este sentido, Johnson sabe que no basta con ganar. Sin mayoría absoluta no podrá ejecutar el divorcio. De momento, lidera todas la encuestas. Pero los expertos advierten que eso no garantiza que luego acabe logrando los escaños necesarios, como Cameron hizo, para sorpresa de muchos, en 2015.
Para conseguir su propósito, Johnson tiene que ganar un importante número de distritos euroescépticos del norte y el centro de Inglaterra, en manos ahora de laboristas. Mucho electorado de clase trabajadora que en su día votó por salir de la UE se siente defraudado con Corbyn quien promete ahora pedir una nueva extensión, negociar un nuevo acuerdo de retirada y someterlo a referéndum.
Pero en estas plazas claves, Johnson cuenta con un duro competidor, el eurófobo Nigel Farage, responsable del Partido del Brexit. Desde que comenzó la campaña, el populista ha estado sometido a una gran presión para retirarse de la batalla. Sus propios asesores le advierten que la división del voto euroescéptico, pone en peligro la mayoría de los "tories" y, por lo tanto, el futuro mismo del divorcio con el bloque.
Farage ha cedido a no presentar candidatos en los 317 distritos que los conservadores ganaron en 2017 -donde por cierto no obtuvieron mayoría absoluta-. Sin embargo, se niega a cancelar su campaña en el resto de circunscripciones aunque, en los últimos días, ha ido sufriendo bajas inesperadas en plazas que podrían ser ahora decisivas.
En este sentido, el eurófobo denuncia el “juego sucio” que estarían llevando a cabo los conservadores. “Bajo bambalinas, están ofreciendo títulos nobiliarios e incluso puestos en Gobierno a mis candidatos para que se retiren. Hay una presión tremenda”, señala. Johnson niega las acusaciones, pero es evidente que en el Partido Conservador existe cierto nerviosismo porque nadie les garantiza el triunfo.
La última encuesta publicada este domingo por "The Sunday Telegraph", sitúa a los conservadores con el 41% de votos, los laboristas con el 33%, los liberal demócratas con el 14%, el Partido Brexit con el 5%, los nacionalistas escoceses SNP con un 3% y los Verdes con un 3%.
Con estos datos, el gurú de los sondeos Sir John Curtice, considerado toda una eminencia en Reino Unido, advierte que aunque los "tories" sacan gran ventaja a la oposición, los partidos que abogan por la permanencia en la UE tienen al final más porcentaje global de apoyo: un 54% comparado con el 46% de las formaciones euroescépticas, por lo que no está aún todo dicho.
En definitiva, cada día de campaña cuenta ahora más que nunca y los asuntos domésticos pueden tomar dimensiones inesperadas. No hay que obviar, por tanto, las críticas que está recibiendo el Gobierno por su gestión ante las fuertes inundaciones que afectan estos días a gran parte del país o la crisis que atraviesa el Sistema Nacional de Salud -donde se ha alcanzado esta semana un tiempo de espera récord-.
Al mismo tiempo, incluso lo más críticos reconocen que Corbyn se crece luego en campaña. Y ayer lo demostró con la revolucionaria propuesta de nacionalizar parte de British Telecom y ofrecer banda ancha de Internet -la más rápida- gratis para todos los hogares británicos. Está demostrado, por lo tanto, que la tensión durará hasta el final, como viene siendo habitual en los últimos años en la política británica, donde nadie se atreve a estas alturas a descartar ningún escenario.
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