Estado Islámico
El Estado Islámico reivindica el atentado de ayer de Londres
El autor del ataque redactó una carta en la que decía falsamente que se había arrepentido para poder salir de la cárcel
El Estado Islámico ha asumido esta tarde, a través de la agencia Amaq, la autoría del atentado ayer en Londres, que causó dos muertos y varios heridos. Los terroristas señalan textualmente que “el ataque de Londres por combatientes del Estado Islámico ha sido en respuesta a las llamadas para atacar a los nacionales de los países de la coalición”.
Los llamamientos a que se refiere la citada agencia son los que realizan desde hace años los cabecillas de Daesh para que se ataque, con todos los medios posibles, intereses y personas de los países que formaron parte de la Coalición Internacional que les derrotó en la guerra territorial de Siria e Irak. Como decía el que fuera portavoz de la banda, Adnani, con “piedras y palos”, si no se tenía otro utensilio a mano.
Es posible que, en las próximas horas, la banda que ahora lidera Ibrahim Hashimi, amplíe el manifiesto, y dé un nombre de “guerra” al autor con el “apellido” de “al britaní”, como suele hacer para identificar el origen de los combatientes de la organización criminal. El autor del atentado ha sido identificado como Usman Khan, que estuvo en la cárcel por pertenecer a una célula yihadista vinculada entonces con Al Qaeda.
Lo que parece claro, según los expertos, es que en prisión se radicalizó y se pasó a las filas de Daesh. Para poder salir a la calle, redactó una carta en la que decía falsamente que se había arrepentido y que estaba dispuesto a someterse a un proceso de reinserción, en el que se encontraba en el momento de perpetrar la acción criminal.
La puesta en libertad de este individuo pone de nuevo sobre la mesa el asunto de la radicalización de presos musulmanes en las cárceles. El terrorista que cometió hace un año el atentado contra el mercado navideño de Estrasburgo también se había fanatizado en prisión.
Usman había salido de la cárcel hacía un año, tras cumplir la mitad de una condena de 16 años por planear en 2010 atentados yihadistas en la capital británica entre ellos contra el edificio de la Bolsa de Valores, el Big Ben, la abadía de Westminster, la embajada estadounidense y la casa de Boris Johnson, entonces alcalde de la capital británica. Las fechas para perpetrar las acciones criminales eran precisamente las de las fiestas navideñas.
El atentado debe servir como experiencia, según las citadas fuentes, para no caer en la trampa de los falsos arrepentimientos. Khan, no sólo mantenía sus ideales yihadistas, sino que se había sumado a las filas de Daesh, con unos modos de actuación mucho más agresivos que los de Al Qaeda.
Serán los investigadores británicos los que determinen qué tipo de páginas, de las que el “cibercalifato” del Estado Islámico tiene en la red, eran las que consultaba este individuo. Lo que está claro es que, a falta de armas de fuego, llevaba dos cuchillos y se había fabricado un cinturón de explosivos falsos con el fin de disponer del mayor tiempo posible para atacar a todos los ciudadanos que encontrara a su paso.
Khan, que llevaba un dispositivo electrónico de seguimiento desde que el pasado diciembre salió en libertad, participaba en una conferencia organizada por la Universidad de Cambridge sobre rehabilitación de presos cuando decidió llevar a cabo su ataque, todo ello dentro de un programa de vigilancia y rehabilitación que se ha demostrado falso.
Parecido problema al de los “reinsertables” plantean los retornados de los campos de batalla de Siria e Irak, que en algunos países europeos suman varios centenares. El esfuerzo policial que hay que realizar para mantener un cierto control sobre estos individuos no siempre va acompañado del éxito, ya que pueden permanecer aparentemente desactivados durante meses o años y, en cuanto encuentran la posibilidad, cometer un atentado.
Dentro de este mismo problema están algunos menores de edad que, según ha quedado acreditado en vídeos difundidos por Daesh, fueron entrenados en el uso de armas cortas y largas; y, lo que es más terrible, en la decapitación con cuchillo de “infieles” o enemigos.
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