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Argelia vota dividida bajo la tutela del régimen militar

El movimiento popular rechaza las primeras elecciones presidenciales sin Buteflika y llama al boicot

Un hombre porta un cartel de «no voto» durante una protesta que rechaza las elecciones presidenciales en Argel, ayer/REUTERS
Un hombre porta un cartel de «no voto» durante una protesta que rechaza las elecciones presidenciales en Argel, ayer/REUTERSRAMZI BOUDINAREUTERS

Con dos mundos paralelos. Así llega Argelia a los controvertidos comicios presidenciales organizados hoy por el régimen y rechazados frontalmente por el Hirak, el movimiento popular que lleva cerca de diez meses luchando por un cambio radical y que considera la votación una artimaña de las autoridades para reinventarse y retener el poder. Tras fracasar en julio, el de hoy representaba el segundo intento del régimen argelino, liderado por el Ejército, de celebrar elecciones siguiendo la caída del autócrata Abdelaziz Buteflika en abril. Una apuesta en la que esta vez ha volcado todos sus esfuerzos para intentar salir del «impasse» en el que se encuentra el país desde entonces, y que podría tener un gran efecto en el devenir de las protestas. Los manifestantes, no obstante, consideran que sus aspiraciones de cambio aún distan de haberse cumplido, y se han movilizado también como nunca para boicotear unos comicios que no estiman libres ni justos.

«Estas elecciones fueron impulsadas por los militares, los medios están totalmente controlados, y hay presos [de conciencia] que tienen que ser liberados antes de cualquier negociación o votación», señala a LA RAZÓN una mujer argelina que ha participado en las protestas desde su irrupción en febrero y que prefiere el anonimato. El camino hacia las elecciones se ha visto marcado por una movilización permanente del Hirak, con protestas diarias y huelgas parciales recurrentes durante semanas y que, ayer, en vísperas de la jornada electoral, fueron especialmente seguidas en distintos puntos del país. Aunque oficialmente el régimen ha tratado de ignorar las protestas y seguir con su hoja de ruta como si nada sucediera, los niveles de represión han aumentado sustancialmente desde la convocatoria electoral, con decenas de arrestados, sentencias exprés y restricciones de movimiento y a la prensa, según denuncian grupos de derechos humanos.

Los cinco candidatos que concurren son todos hijos del régimen, y entre ellos figuran dos ex primeros ministros, un antiguo ministro de Turismo, otro de Cultura y un ex líder del histórico Frente de Liberación Nacional. Debido a la presión ejercida en las calles, sin embargo, los aspirantes se han visto forzados a llevar a cabo una campaña de perfil bajo, y sus discursos han eludido tanto el Hirak como sus reivindicaciones.

«El futuro presidente, en caso de que las elecciones sigan adelante, no va a tener ninguna legitimidad», desliza a LA RAZÓN Rachid Tlemçani, profesor de política internacional en la Universidad de Argel. «Muy probablemente Argelia entre en una nueva fase de inestabilidad si el Hirak se mantiene en las calles de todo el país», agrega. Quien no ha dudado en asumir mayor protagonismo ante las elecciones ha sido el jefe del Ejército, Ahmed Gaïd Salah, que desde la caída de Bouteflika ejerce sin tapujos como la figura más poderosa del país.

En sus últimos discursos, Gaïd Salah se ha mostrado convencido de que la jornada será una «fiesta electoral» y la participación «masiva». A pesar de las palabras del teniente general, la afluencia a las urnas se prevé modesta. «La participación va a ser más baja [que nunca], ya que en regiones como [la Cabilia] la gente boicoteará masivamente la votación», augura Tlemçani.