Irán
El régimen iraní cierra filas
En medio de las protestas, el líder supremo, Ali Jamenei, defiende a la Guardia Revolucionaria, amenaza a Estados Unidos y pide desconfiar de Europa
«Unidad» frente al enemigo, las adversidades y los propios fantasmas. El sermón ayer del ayatolá Ali Jamenei, el primero en ocho años en el sagrado día del viernes, sonó en ocasiones más a una llamada de auxilio que a la típica perorata populista iraní. Motivos tiene, ya que la sociedad iraní se resquebraja entre seguir protegiendo los preceptos de la revolución islámica o adaptarse a los nuevos tiempos. A ello se suman las tensiones externas e internas por el asesinato de Qasem Suleimani y el derribo del avión ucraniano que ha llevado al régimen iraní al borde del abismo.
«Irán demostró que apoya la resistencia y no la sumisión. Aquellos que intentan mostrar otra cosa a la opinión mundial no son honestos», arengó Jamenei desde el púlpito de la mezquita de Mosalla de Teherán. Su discurso fue constantemente interrumpido por los gritos de la multitud que, abarrotada en el templo, coreaba «muerte a Estados Unidos» y «muerte a Israel». Aunque recordó la tragedia «amarga» que significó para las altas instancias del país el derribo por error con un misil del Boeing 737 ucraniano cerca de la capital, el líder supremo se abstuvo de pedir disculpas, y exigió al pueblo iraní que ese error no eclipse el «sacrificio» del general Suleimani, asesinado en un ataque por drones de EE UU. «Fue un amargo accidente que nos quemó el corazón, pero algunos lo presentan de una manera que tiende a olvidar el gran sacrificio y martirio» del que fue jefe de la todopoderosa Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria y artífice de la estrategia militar iraní en Oriente Medio.
Por boca del líder supremo, el régimen aprovechaba la ocasión para respaldar públicamente y sin fisuras a la Guardia Revolucionaria, puesta en la diana de las protestas por ser responsable del derribo del Boeing ucraniano y la muerte de sus 176 pasajeros. «Nuestros enemigos estaban felices tras haber encontrado una grieta para socavar a la Guardia, a las Fuerzas Armadas y a nuestro sistema», dijo, pero la labor de Suleimani para aumentar la influiencia militar iraní en el exterior «continuará», porque, dijo, «las fuerzas Quds –combatientes sin fronteras– que dirigía protegen a las naciones oprimidas de toda la región».
Tampoco dejó pasar la ocasión de criticar a los participantes en las protestas contra su persona y el Gobierno por el derribo del avión y también por tardar tres días en asumir la responsabilidad. Las movilizaciones, aunque el régimen lo niegue, han sido numerosas, como las últimas del jueves en Isfahán, centro del país, donde las Fuerzas de Seguridad las dispersaron con munición real y gases lacrimógenos. A los que se manifiestan les acusó de seguir la estrategia de Washington y no defender a su país.
Las consecuencias tras la muerte del general Suleimani, para muchos el «número dos» de Irán, puso de nuevo al borde de una guerra a Washington y Teherán por segunda vez en menos de un año. Irán respondió con una salva de misiles contra dos bases militares iraquíes que albergan soldados estadounidenses. El primer incidente que casi hizo saltar la chispa de una confrontación militar fue el derribo en junio pasado de un avión espía dron de EE UU que estaba sobrevolando el espacio aéreo iraní. «La resistencia continuará hasta que la región esté completamente libre de la tiranía», advirtió Jamenei, en referencia a Estados Unidos. El líder supremo no escatimó palabras ni insultos para atacar a su acérrimo enemigo, el presidente Donald Trump, al que tildó de «payaso» que «clavará una daga venenosa» en la espalda de Irán. A este respecto, implorando a los vecinos árabes, Jamenei afirmó que es «una gran mentira» que Irán provoque guerras en otros países islámicos y les instó a tener «autoconfianza». «El mayor castigo [para EE UU] será su salida de la región», apostilló el líder iraní, renovando su llamamiento a retirar las tropas estadounidenses de Irak y del resto de Oriente Medio.
Un punto de fricción entre el ala dura, a la que representa Jamenei, y el moderado presidente iraní, Hasan Rohani, han sido las negociaciones del acuerdo nuclear que ahora están en punto muerto tras el desafío de Teherán de comenzar a enriquecer uranio a niveles superiores a los permitidos en el pacto. A este respecto, aprovechó el fracaso de las negociaciones nucleares para advertir a los países de la zona sobre Europa, de la que deben desconfiar. Varios países europeos buscan que Irán «se arrodille» ante ellos –dijo– porque son «lacayos y herramientas al servicio de Estados Unidos». «Sus negociaciones tienen muchas trampas y reflejan su mala voluntad. No podemos confiar en ellos», sentenció en alusión a Francia, Reino Unido y Alemania, que esta semana han recurrido al mecanismo de arreglo de diferencias del pacto. Jamenei hizo hincapié en que «el único camino del pueblo es la fuerza» porque a cualquier negociación se debe llegar desde una posición fuerte y no débil.
Sus declaraciones y su mensaje de ayer se alejan de la visión siempre diplomática de Rohani, el único quizás en la cúpula iraní que sigue apostando por la negociación, aunque el jueves ya reconoció que había una crisis de confianza hacia las autoridades después de los acontecimientos de los últimos días. Al mismo tiempo, el jefe del Gobierno defendió su política de apertura frente a las críticas de los ultraconservadores. Rohani insistió en que quiere seguir dialogando con sus interlocutores, pese a que Washington se retiró del acuerdo nuclear en 2018 y recuperó las sanciones contra Teherán.
«Por supuesto que es difícil» el diálogo, reconoció, pero «la gente nos eligió para reducir la tensión» entre la República islámica y el mundo, agregó el mandatario iraní, que medirá su aprobación en las legislativas de febrero.
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