Líbano

Nueva jornada de ira en Líbano acaba con decenas de heridos

Por segundo día consecutivo, el centro de Beirut se convirtió en una batalla campal

Anti government protests continue in Beirut
Dos manifestantes ondean la bandera de Líbano bajo el amparo de un paragüas en Beirut. EFE/EPA/WAEL HAMZEHWAEL HAMZEHEFE

A pedradas, con lanzamiento de bengalas, toda la rabia acumulada fue a parar al otro lado del alambre de espinos que divide la plaza de La Estrella, donde se sitúa el Parlamento, entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes.

“Dicen que son infiltrados. Qué esperan que nos quedemos de brazos cruzados”, justificó Hasan, mientras se colocaba la pañoleta en la boca para evitar inhalar los gases lacrimógenos. De nada ha servido que en la jornada del sábado haya habido más de 350 heridos y decenas de detenidos para calmar los ánimos, sino todo lo contrario. Ayer se convocó la protesta de “No hay vuelta atrás” y desde el norte al sur del Líbano, miles de libaneses acudieron a la convocatoria a Beirut en autobuses o vehículos privados para hacer un último pulso a las autoridades para que formen de una vez por todas un gobierno independiente.

La lluvia de piedras y bengalas fue enfrentada con gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua por parte de los antidisturbios, e incluso, algunos manifestantes aseguraron que “con fuego real”. “Hemos llegado a un punto de no retorno. No vamos a irnos hasta que ellos se marchen. Nunca dejaré este país aunque tenga que comer solo pan y zaatar (especias típicas libanesa), retó Nadia, que ha venido desde Akkar.

Durante los disturbios del sábado una turba de manifestantes entró en la mezquita de Al Amin (más conocida como la mezquita de Hariri) y destrozaron el templo. Ayer hubo un rezo organizado por el muftí de la mezquita en el que invitaron a musulmanes y cristianos. “Yo he rezado allí, soy cristina, y no hay diferencia entre nosotros. Nuestros políticos son los que han convertido este país en sectario”, lamentó Nadia.

Como todos los días, Omar baja desde la Bekaa en autobús con sus cinco amigos. Ninguno de ellos tiene trabajo. “Venir y manifestarnos es la única manera de cambiar la situación. Los que tienen trabajo tienen un sueldo tan miserable que solo les da para dos semanas”, se quejó Omar. Mira a la policía antidisturbios. Ellos ganan 300 dólares al mes y nos están pegando, gaseando y deteniendo (...) deberían estar con nosotros, nos manifestamos para pedir mejoras para gente como ellos”, exclamó el manifestante.

Las ambulancias no daban abasto mientras el cielo volvía a cubrirse de humo blanco de los gases lacrimógenos. “No hay voluntad política”, se quejó Joseph, otro manifestante. “Ahora dicen que están a punto de formar gobierno. No han entendido nada. Estamos aquí desde hace tres meses para exigir el fin de la casta política. No los queremos más en el gobierno”, exclamo Joseph con la voz afónica de gritar y de llevar varias noches sin dormir.

Según la Cruz Roja libanesa, al menos treinta personas fueron tratadas ayer en los hospitales de la capital. Mientras en el centro de Beirut regresaban los disturbios, en el Palacio de Baabda, el primer ministro designado, Hasan Diab, se reunió con el presidente Michel Aoun para deliberar sobre la formación del nuevo gabinete. Tras una hora y media de reunión y las altas expectativas, el encuentro terminó sin anunciar Gobierno.