EE UU

Exhibición de fuerza de los defensores de las armas en Virginia

Miles de manifestantes se pasearon con uniformes paramilitares y portando pistolas y escopetas en contra de tres leyes estatales que limitan su uso

Miembros de una milicia acudieron ayer a manifestarse en la zona sin armas de Richmond (Virginia)/Reuters
Miembros de una milicia acudieron ayer a manifestarse en la zona sin armas de Richmond (Virginia)/ReutersJONATHAN DRAKEREUTERS

Miles, posiblemente decenas de miles, de manifestantes salieron ayer a las calles de Richmond, capital del Estado de Virginia, para exigir que se respete su derecho a portar armas, amparado por la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Convocados para protestar contra tres leyes locales recientes, los manifestantes desfilaron a las puertas del capitolio estatal y esgrimieron su armamento a la vista de las cámaras.

En opinión de Donald Trump, «el Partido Demócrata, en la Gran Commonwealth de Virginia, trabaja arduamente para quitarte los derechos de la Segunda Enmienda». «Éste es solo el comienzo», añadió, «¡Vota republicano en 2020!».

La obsesión de las autoridades era evitar que se repitieran las escenas terribles de Charlottesville en 2017, cuando grupos de neonazis tomaron las calles de la ciudad y uno de ellos arrolló con su coche a un grupo de manifestantes contrarios, con el resultado de un muerto y 19 heridos.

De hecho, el gobernador de Virginia, Ralph Northam, se tomó muy en serio los informes de la Policía, que alertaba del runrún de odio en las webs y foros donde abreva la ultraderecha. Northam, que decretó el estado de emergencia en todo el Estado de viernes a martes, sabía que en los días previos fueron detenidos varios miembros de un grupúsculo de extrema derecha, The Base. Personas vinculadas al grupo habrían subrayado en las redes su intención de acudir a Richmond e infiltrarse en las protestas.

La idea de un atentado terrorista, un golpe brutal que desate primero el caos y después la guerra racial y que acabe por consagrar la segregación entre las razas, forma parte del imaginario más radical desde los tiempos del KKK. Por supuesto dominó las fantasías dementes de tipos como Charles Manson. Pero lejos de los fantasmas sudistas y las convocaciones al apocalipsis de otras concentraciones previas, lo que desfilaba por las calles de Richmond era más bien una legión de amantes de las armas.

Muchos de ellos, preguntados por los medios, enfatizaron su condición de librepensadores, amantes de la libertad y defensores. Nadie quiere ser tomado por un nostálgicos de la Confederación o un sicofante de los caperuzos blancos del Klan.

Por supuesto, las armas, como casi todo en estos días, permitía que los políticos afilen sus armas en las inmediaciones del «impeachment». Trump, de hecho, aprovechó para criticar a Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva York, candidato a las primarias demócratas por la Casa Blanca y gran abanderado en sus años al frente de la ciudad contra la compra-venta y posesión de armas de fuego. Bloomberg había hablado del tiroteo de diciembre en la West Freeway Church of Christ, donde un hombre disparó, Jack Wilson, y mató a un hombre que había asesinado a dos personas.

«Es el trabajo de la Policía tener armas y decidir cuándo disparar», dijo Bloobmerg, «Simplemente no queremos que el ciudadano medio porte un arma en un lugar lleno de gente».

Trump comentó que «Mini Mike Bloomberg ha criticado a Jack Wilson, que quizás salvó a cientos de personas en una iglesia porque llevaba una pistola y sabía cómo usarla. Jack rápidamente mató al tirador, que estaba comenzando un alboroto». «Mini está en contra de la Segunda Enmienda», sentenció.

Más allá de las polémicas en Wasghington, el Parlamento de Virginia pemanecía vallado. Más allá de su perímetro, en cambio, abundaban las escenas de ciudadanos con sus revólveres al cinto y sus escopetas al hombro. Las pancartas de marcado sabor tradicionalista, las invocaciones contra la tiranía y los carteles en defensa de algunos de los valores más fuertemente imbricados a la tradición de la República convivieron con las ocasionales escenas de la multitud entonando «The Star-Spangled Banner», el himno nacional de Estados Unidos, mientras la megafonía de los coches patrulla recuerda a los ciudadanos que deben avisar a las autoridades si ven un paquete sospechoso.