Unión Europea
Los nuevos presupuestos enfrentan al Norte y al Sur de la Unión Europea
Los contribuyentes netos rechazan compensar los 10.000 millones anuales que aportaba Reino Unido. España se alía con los países mediterráneos y del Este en defensa de la PAC y la política de Cohesión
Es la madre de todas las batallas. Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se reúnen hoy en Bruselas con el objetivo de llegar a un pacto sobre el nuevo marco financiero para los próximos siete años. Una pelea euro a euro que esconde un intrincado puzle de intereses creados, alianzas suis generis, grandes dosis de escenificación y sobre todo, la Europa que las capitales están dispuestas a construir los años venideros y el precio que están dispuestas a pagar.
Esta cumbre comienza con bajas expectativas pero mucho interrogantes. Ninguna delegación cree que sea posible el acuerdo, algunas fuentes diplomáticas incluso califican esta opción como “un milagro”, pero la presidencia del Consejo que lleva la batuta de las negociaciones está dispuestas a presionar hasta el final y no descarta alargar esta cita los días que sea necesario, incluso hasta el fin de semana. “La hora de llegar a un acuerdo es ahora” aseguran fuentes diplomáticas.
El presidente permanente del Consejo, Charles Michel, ha transmitido a las capitales la necesidad de dar carpetazo a este tema cuanto antes, ante el temor de solapar estas negociaciones con las del Brexit que comenzarán en el mes de marzo. Michel teme que la división en las cancillerías acabe contaminando los dos capítulos. El portazo británico, el país que más aportaba al presupuesto europeo tras Alemania, ha supuesto un socavón de entre 10.000 a 12.000 millones de euros anuales que nadie parece deseoso de llenar.
Pero nadie da su brazo a torcer. Al menos, no por el momento. Los bandos están claros. De un lado, los bautizados como frugales –Austria, Dinamarca, Holanda, Suecia, Dinamarca y Alemania- quieren un presupuesto que no supere el 1% de la Renta Nacional Bruta (RNB) y conservar los denominados cheques a imagen y semejanza del mítico cheque británico, cantidades compensatorias por sus aportaciones al presupuesto como contribuyentes netos.
Estos dos postulados son el “plan A” y el "plan B”, según reconocen con contundencia fuentes diplomáticas de uno de estos países. Unas palabras que para un alto cargo comunitario de la bancada contraria son “una carcajada” , “un discurso populista y no técnicamente sólido” que no es coherente con las proclamas teóricamente europeístas de estos países.
En el otro lado, la ofensiva planteada por Francia y España que no están dispuestas a transigir con los recortes planteados por la última propuesta que defiende un hachazo de un 14% para la Política Agrícola Común. Un tema especialmente delicado para el Gobierno de Pedro Sánchez en un momento de rebelión del campo. España pretende mantener en este periodo el mismo objetivo nominal que en el anterior, dentro del contexto de un presupuesto más reducido pero sabe que la lucha no va a ser fácil. Para la delegación española, los pagos directos a los agricultores son una “pieza que no hay que dejar escapar”.
Nuestro país también intentará hacer causa común con los denominados Amigos de la Cohesión, grupo en el que militan los países del Sur y del Este que pueden sufrir un recorte en los fondos regionales del 11%. En el caso español, nuestro país busca un mecanismo de compensación para ayudas a la empleabilidad de los jóvenes y la formación digital.
El margen de regateo parece escaso. La presidencia finlandesa planteó hace meses una iniciativa del 1,07 de la Renta Nacional Bruta que soliviantó a todos las capitales y Michel ha mejorado esta iniciativa en tan sólo cuatro centésimas. Lejos del 1,3% que exige la Eurocámara y que amenaza con vetar el acuerdo al que lleguen los jefes de Estado y de Gobierno, una prerrogativa que hasta el momento la institución jamás ha utilizado.
Para que no se masque la tragedia, el Parlamento Europeo propone que el marco presupuestario sea menos dependiente de las contribuciones de los Estados y se financie a través de los denominados recursos propios. Michel recoge la iniciativa de imponer un impuesto al plástico que financie de manera directa que ahora debe ser analizado por los Veintisiete.
Este nuevo marco presupuestario no solo es una guerra de números sino también de prioridades, ante la necesidad de financiar nuevos retos europeos como la lucha contra la inmigración ilegal, defensa, I+D, el cambio climático y la transición energética o la digitalización. Nuevos retos que pueden lastrar a las políticas consideradas tradicionales (agricultura y fondos regionales) que siempre han supuesto el 70% de los recursos.
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