Coronavirus

El coronavirus pone en peligro la reelección de Trump

Amparado por el pleno empleo, el presidente bascula su campaña sobre su gestión, una baza que puede esfumarse por el riesgo a una recesión como en 2008

El mayor escollo hoy por hoy a la reelección de Donald Trump puede ser algo tan aparentemente mínimo como un virus del tracto respiratorio, originario de Wuhan, China, y que habría saltado de los mercados de animales vivos a las bolsas de medio mundo. Aunque en los últimos días el presidente de EE.UU minimizó las posibilidades de que la enfermedad se transforme en pandemia, esta semana compareció al fin para explicar la situación. Porque los números macro económicos son espléndidos, el país vive en una situación de pleno empleo y ha logrado ya renovar sus acuerdos comerciales con Canadá o México, grandes promesas electorales de Trump en 2016. Hasta es muy posible que las negociaciones con China por cuestiones como la defensa de la propiedad intelectual, el balance de las importaciones y exportaciones o la innovación tecnológica acaben en algo más que declaraciones altisonantes. Sin embargo, Wall Street ya está atenta a lo que pudiera suceder.

En palabras de Farrell Kramer, portavoz de la Bolsa de Nueva York, «La NYSE está monitorizando cuidadosamente la propagación del COVID-19 y tiene planes de contingencia sólidos, probados con regularidad, para permitir el funcionamiento de las bolsas de la NYSE en el caso de que las instalaciones se vean afectadas». Unas palabras poco tranquilizadoras: los responsables del corazón financiero de Estados Unidos hablan ya de un escenario que pudiera provocar el cierre de Wall Street. Hasta hora el coronavirus, presente en países como China, España, Corea del Norte, Japón, Italia, Irán, apenas si había provocado comentarios más o menos displicentes por su parte. Se trataba de una emergencia magnificada por los medios, siempre sedientos de titulares. La enfermedad quedaría en nada apenas llegase el buen tiempo. Hasta que la realidad, a caballo de los comunicados emitidos por la OMS y el temor creciente en los mercados de valores, lo obligó a cortar la retórica apaciguadora e intervenir.

Todo esto sucedía mientras Estados Unidos conocía del primer caso de una persona infectada sin necesidad de haber viajado a ninguno de los países con brotes de coronavirus ni haber estado en contacto con nadie del que se sepa o sospeche que padece la enfermedad. El paciente está en California, y el suyo era el decimoquinto caso conocido. Por su parte el Centro para Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. ha advertido de que resulta inevitable que el virus se propague por el territorio nacional. Trump, de viaje por la India, anunció durante su comparecencia a la nación que pedirá fondos de emergencia al Congreso, más de 2.500 millones. «Existe la posibilidad de que empeore de forma bastante sustancial», concedió, «Pero no creo que sea inevitable». A continuación añadió que también «existe la posibilidad de que no se propague».

Ojalá sea así. Pero como comentan ya muchos medios ya no puede hablarse de unos empresarios dedicados a sectores como la exportación y el turismo temerosos y unos inversores y asesores bursátiles convencidos de que no habrá tormenta: los segundos parecen haber asumido que la infección podría transformarse en pandemia mundial y que el cierre de países y economías puede aparejar una crisis económica, mientras que los primeros parecen ver confirmados sus peores vaticinios. Como escribió Neil Erwin en el “New York Times”, «Los mercados acostumbrados al optimismo pueden ser los más vulnerables si el virus se convierte en una pandemia global y causa un retroceso significativo del comercio en las principales economías». Aunque, eso sí, «Incluso después de la liquidación de esta semana los mercados financieros siguen estando muy bien valorados». Pero nadie descarta ya un cataclismo a fuego lento. Ni siquiera la Casa Blanca, que contempla con temor la hipótesis de que acabe astillada la mejor y más contundente de sus bazas para 2020. Una economía de salud formidable con la que espera arrasar a sus críticos. Porque los mensajes de un Bernie Sanders lucirán distintos en función de la marcha económica.