México
Los niños soldado de Guerrero, fusil en mano contra el narcotráfico
Muchos menores, desprotegidos, se han sumando a la policía comunitaria: «A mí me gustaría estudiar, pero no puedo ir porque tengo miedo»
Eran 19 niños que marchaban por el borde de la carretera. Los más pequeños tenían 6 años y los más mayores apenas habían cumplido los 15. Uniformados con camisetas viejas de color verde oliva y pañuelos que les tapaban la mitad inferior de la cara, los menores portaban viejos fusiles al hombro y desfilaban como un pequeño ejército de pobres. La imagen de los niños soldado de Guerrero que escandalizó al mundo hace apenas un mes, esconde un profundo conflicto en una de las zonas más calientes de México.
Los niños iban junto a 2.000 integrantes de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias Pueblos Fundadores (CRAC-PF), un grupo de policía comunitaria o de autodefensa, en protesta por el asesinato de diez indígenas nahuas, integrantes del grupo musical Sensación. Según la Fiscalía del Estado, el crimen lo cometió el grupo criminal Los Ardillos, relacionado con otra policía comunitaria rival de la CRAC.
El desfile militar se montó para ser visto y llamar la atención. La exhibición de las armas y los ejercicios marciales iban dirigidos a Los Ardillos, de los que se han defendido por sus propios medios desde hace años y también al Gobierno Federal, para que viesen el abandono en el que sobrevive La Montaña de Guerrero, la región más pobre del segundo estado más pobre del país. De las 32 entidades federativas de México, Guerrero ocupa el puesto 31 en Índice de Desarrollo Humano, según la ONU.
Mientras la formación se mantenía firme, Bernardino Sánchez, coordinador de la CRAC decía por un megáfono que los 19 niños de las comunidades de Ayahualtempa y Xochitempa «se están preparando para defender a su pueblo, a sus familias y a sus hermanitos, porque la delincuencia es demasiado en el Estado de Guerrero». Muchos de los menores eran -literalmente- más pequeños que los rifles que cargaban.
Unos días después, cuando el vídeo ya había circulado por todo México, el activista Isael Rosales subió a la comunidad Ayahualtempa para conocer la situación de primera mano. Trabaja en el Centro de Derechos Humanos Tlachinollán y es natural de La Montaña, pero aún así le sorprendió ver a niños tan pequeños con armas tan grandes. En una conversación con LA RAZÓN, Rosales reconoce que, en principio, aquellas imágenes tan fuertes le generaron cierta incredulidad y pensó que podían ser una especie de montaje para generar más atención hacia sus exigencias, pero al pasar un tiempo en la comunidad entendió que todo era sumamente real.
Autoprotección
Los niños de 12 y 13 años están empuñando las armas para protegerse a ellos mismos y a los suyos, según reconocieron varias personas ante Rosales. Los adultos del pueblo también admiten la situación a las claras: «Somos pocos y nos tenemos que defender. Los niños no deberían estar haciendo esto, pero ni modo».
No se trata de niños desatendidos o abandonados por sus familias, pero la lógica es perversa en Ayahualtempa. Como no cuentan con escuela secundaria, cuando terminan la primaria, deben desplazarse hasta la vecina localidad de José Joaquín de Herrera para seguir sus estudios. El problema está en que ese pueblo está controlado por el grupo que los está amenazando y matando: Los Ardillos.
Los niños se sienten desprotegidos, un blanco fácil, así que deciden abandonar la escuela e integrarse a la policía comunitaria. «A mí me gustaría estudiar, pero no puedo ir porque tengo miedo», dijo un niño a Rosales. La situación es peor ahora. Desde que mataron a los del grupo Sensación, el miedo ha crecido porque los asesinos ni siquiera le perdonaron la vida a uno de los músicos que tenía solo 15 años.
Las policías comunitarias existen desde los años setenta como una autoridad paralela en una región remota donde el poder del Gobierno llega con dificultad, o directamente no llega. Tradicionalmente intervenía en problemas de tierras en los cultivos de maíz, calabaza, frijol y chile, pero desde que los campos de amapola se extendieron por la sierra, la magnitud de los conflictos se ha elevado a otra categoría.
Las policías comunitarias se han defendido solas durante años frente a las agresiones de los narcos y existen precedentes cercanos. En octubre, unos 150 miembros de Los Ardillos intentaron entrar a Rincón de Chautla y fueron enfrentados por una treintena de hombres de la CRAC-PF. Murieron dos personas en el enfrentamiento. En enero de 2019, hubo un choque entre Los Ardillos y varios policías comunitarios de Rincón de Chautla y Zoyapesco que dejó 12 muertos.
Tampoco es la primera vez que aparecen videos de niños armados en Guerrero. En mayo de 2019 tras otro ataque de Los Ardillos , también en Chautla en el que fallecieron los comunitarios Bartolo Morales e Isaías Xanteco, se publicó un vídeo en el que una decena de niños anunciaba su adhesión al CRAC – PF. Ya entonces el líder del grupo, Bernardino Sánchez, dijo que pretendían llamar la atención del Gobierno para que hiciese algo por atajar el problema.
La Montaña de Guerrero atrae los conflictos como un imán. Es un punto de cruce y confluencia desde las zonas de siembra y cultivo de amapola hacia las rutas a Estados Unidos: «Hay tres importantes. La marítima por el puerto de Lázaro Cárdenas y las terrestres: una que pasa por Puebla y Veracruz y y otra que va a Ciudad de México y luego al norte hasta la frontera», explica a LA RAZÓN el analista en seguridad nacional Emilio Vizarretea, originario de la costa del estado. El crimen organizado quiere controlar esas rutas, pero también la vida de sus pobladores y ahí chocan con las policías comunitarias.
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