Internacional

Trump declara una “guerra médica” y asegura que “tenemos que ganarla”

EE UU probará distintos medicamentos contra el coronavirus mientras negocia nuevos estímulos económicos y trata de multiplicar el número de tests

Donald Trump ha comparecido ante la nación para dar los últimos avances y consejos en lo que él mismo califica ya de «guerra». Una «guerra médica», sostiene, que el país debe ganar.

De momento son ya 10.502 casos confirmados y 158 las muertes. Pero la cifra real de contagios puede ser abrumadoramente superior. De hecho el vicepresidente, Mike Pence, ha confirmado que los tests sólo se están realizando a personas con síntomas de padecer la enfermedad.

Con lo que dejaría fuera al grueso de los infectados, que parecen ser asintomáticos durante varios días a pesar de que son ya vectores de contagio. Pence enfatizó la buena marcha del acuerdo entre la Administración y el sector privado, que habría permitido multiplicar las pruebas, y explicó que todos los resultados están siendo centralizados por el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDS, siglas en inglés del Centers for Disease Control and Prevention). Eso permitirá, dijo, «proporcionar al pueblo estadounidense y a los investigadores una información precisa e importante».

Mientras caen en cascada las peores noticias, el Gobierno de EE UU urgía a la Administración de Alimentos y Medicamentos (en inglés FDA, por Food and Drug Administration) a agilizar cuanto pueda sus complejos procesos legales y a flexibilizar en lo posible su tupida malla de revisiones, verificaciones y chequeos.

Hasta el punto de que la Casa Blanca impele a la FDA para admitir el uso de medicamentos antipalúdicos, como es el caso de la hidroxicloroquina. En palabras de Trump, la hidroxicloroquina «Ha sido empleada durante mucho tiempo, por lo que sabemos que si las cosas no salen según lo planeado, no matará a nadie».

Al lado de Trump estaba Stephen Hahn, comisionado de la FDA. Habló sobre el impresionante despliegue científico puesto en marcha para tratar de desarrollar una vacuna y unos sueros y tratamientos antivirales en un tiempo récord. Pero siempre con la idea de respetar de forma estricta los tiempos necesarios para garantizar la seguridad de la población.

El uso de medicamentos experimentales y las pruebas a individuos se hará siempre contando con la aprobación expresa de esas personas y/o de sus familias, de forma compasiva mientras los expertos se aseguran de «recopilar los datos y tomar las decisiones correctas en función de la seguridad y eficacia de los tratamientos». El presidente asentía.

La obsesión de la Casa Blanca y la FDA consiste en eliminar cuantas barreras y controles puedan juzgarse superfluos pero sin aflojar ni un centímetro en las estrictas exigencias científicas que aseguran el desarrollo de unos tratamientos seguros.

En cuanto a la investigación de vacunas Trump aseguró que el Remdesivir de la empresa Gilead parece tener buenos Resultados para combatir el virus. El presidente insistió en la necesidad de «proteger a los americanos».

En cuanto a la ruina económica, con los economistas proyectando escenarios siniestros, con un 20% de paro, quiebra de miles de empresas, niega la mayor e incluso contradice a quienes hablan de una recesión en lontananza. En absoluto. No sucederá. Eso sí, añadió que «estaría bien que las empresas reciban apoyo federal para no gastar el dinero en la compra de acciones».

Y apoyo, sin duda, es lo que llegará con la legislación de las cámaras legislativas, que entre otras cosas aspira a procurar que los tests sean gratuitos, que muchos trabajadores estadounidenses tengan acceso a una baja por enfermedad pagada y que incluso millones de ciudadanos y pequeñas empresas reciban un cheque mensual que les permita el cabotaje ante la previsible falta de ingresos.

Entre las empresas de gran tamaño más necesitadas de ayudas destacan las aerolíneas, con los gigantes tocados en la línea de flotación mientras anuncian que dejan buena parte de su flota en tierra. En el frente destinado a buscar culpables, un clásico en la retórica de Trump, no han faltado las alusiones a China.

El presidente no descarta pedir responsabilidades al Gobierno chino por la gestión de la pandemia al tiempo que subraya, con evidente ironía, que espera que sean ciertos los últimos datos aportados por China, que habla ya de cero contagios. Todo esto mientras colea la polémica de los últimos días, provocada después de que Trump emplease en su discurso términos como virus chino.

Al mismo tiempo, y en lo que tiene todo el aspecto de maniobra de distracción propagandística, la dictadura china ha insinuado que el virus habría llegado a su país importado por turistas estadounidenses. Más allá de las acusaciones mutuas en Washington, a esta hora, resuenan con fuerza las advertencias de Deborah Birx, coordinadora del esfuerzo del ejecutivo para enfrentar la epidemia.

En su opinión, los jóvenes no acaban de concienciarse de la emergencia que vive el país ni de las consecuencias sanitarias que acarrean su descuido. No sólo porque puedan ser portadores potenciales de la enfermedad y contagiar a personas más vulnerables. Es que la evidencia científica recopilada en China e Italia demuestra que los jóvenes también pueden enfermar, gravemente y en porcentajes bastante superiores a los inicialmente admitidos.

El presidente Trump ha estado en el ojo del huracán por minimizar los efectos del coronavirus entre la población. Un estudio publicado por el New York Times asegura que un 40% de los ingresados por Covid-19 en Estados Unidos tienen entre 20 y 54 años ingresada en Estados Unidos. Una cifra muy superior a la esperada. Este tipo de estadísiticas ha alertado a la población que teme los estragos de la pandemia.