Coronavirus

El informe de Washington que anticipó en 2008 el coronavirus

El National Intelligence Council predijo que un tercio de la población podría enfermar a consecuencia de un virus surgido en un país asiático con alta densidad poblacional

El barrio más chino de València lucha contra el "Cerrado por vacaciones"
Una mujer con mascarilla pasa ante una tienda regentada por ciudadanos chinos en pleno centro de ValènciaAna EscobarEFE

El coronavirus es la pandemia que muchos científicos y líderes políticos esperaban y que nadie supo evitar. Películas y libros han venido fantaseando con una epidemia de dimensiones colosales, pero no dejaba de ser pura ficción, al fin y al cabo. Sin embargo, informes de inteligencia de Estados Unidos ya describieron en 2008 un escenario muy parecido al actual, con millones de personas confinadas en sus casas viendo como un virus se lleva miles de vidas por delante sin una vacuna para frenarlo.

Fue el National Intelligence Council (NIC), un organismo establecido en Washington, en un documento titulado “Global Trends 2025: A Transformed World”, el que anticipó el coronavirus. Sólo le dedica unos cuantos párrafos (pag. 75) en el centenar de páginas que contiene, pero los futuribles que lanzaba eran inquietantes, sobre todo el último apartado en el que se habla de las epidemias: "Un tercio de la población mundial enfermaría y cientos de millones podrían morir”, auguraba como una premonición.

El National Intelligence Council es una oficina de análisis cuyos informes sirven de faro para las cancillerías de medio mundo y, en especial, para las agencias de seguridad y de inteligencia de EE UU, la CIA incluido. En su elaboración participan cientos de expertos de universidades y organismos de análisis de todo el mundo.

El autor del texto dedicado a las pandemias avanzaba en 2008 la aparición de una enfermedad respiratoria nueva y “altamente contagiosa y virulenta para la cual no existe un tratamiento adecuado", lo que podría desencadenar una pandemia global. Este escenario, previsto para una fecha en torno a 2025, imaginaba enormes tensiones dentro y fuera de los propios países para controlar el movimiento de la gente en su búsqueda por evitar el contagio y el acceso a los recursos.

También acertó en el punto geográfico donde se originaría el virus. “Probablemente ocurriría en una zona con una alta densidad de población y una cercanía estrecha entre humanos y animales, como pueden ser muchas zonas de China y del Sudeste de Asia, donde las poblaciones viven en contacto directo con el ganado”

Las prácticas no reguladas en la cría de animales “podrían permitir que una enfermedad zoonótica como el H5N1 circule entre el ganado”, lo que aumentaría la posibilidad de una mutación “en una cepa con potencial pandémico”.

Otro aspecto que anticipa es la falta de vigilancia en el país de origen, como ha sucedido en China, donde en su inicio las autoridades ocultaron los primeros casos de infección y donde los médicos fueron obligados a callar ante el riesgo que podría representar el virus. Este comportamiento “evitaría la identificación temprana de la enfermedad”, añade el informe. Una respuesta sanitaria lenta retrasaría la toma de conciencia del peligro real del virus. “Podría llevar semanas antes de poder obtener resultados de laboratorio definitivos que confirmen la existencia de una enfermedad con potencial pandémico”, explica.

Es así como varios focos comenzarían a propagarse por ciudades cercanas dentro del país origen del foco. “A pesar de las limitaciones en los viajes internacionales impuestas, los viajeros con síntomas leves o personas asintomáticas podrían transmitir la enfermedad a otros continentes”, tal y como sucedió desde China a Europa.

“Oleadas de casos surgirían cada pocos meses”. Este supuesto aún no ha ocurrido. “La ausencia de una vacuna efectiva y la falta de inmunidad casi universal haría que las poblaciones fueran vulnerables a la infección. En el peor de los casos, millones de estadounidenses enfermarían y las muertes aumentarían a decenas de millones. Para Estados Unidos se anticipa “una degradación crítica de la infraestructura y pérdidas económicas a escala mundial, ya que aproximadamente un tercio de la población mundial enfermaría y cientos de millones podrían morir”.