Coronavirus

Las negligencias de China que propagaron el coronavirus

Pekín presume de haber controlado la propagación del virus, pero durante las primeras semanas ocultó y silenció la gravedad de la infección

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Las autoridades chinas no han estado a la altura de las circunstancias en las primeras semanas de la propagación del coronavirus. Este es el dictamen ampliamente aceptado en medio mundo por analistas, científicos y medios de comunicación. “El Gobierno chino mintió y encubrió las noticias del coronavirus desde diciembre de 2019 hasta finales de enero", cuenta por email Robert Daly, director del Instituto Kissinger para China y Estados Unidos del Wilson Center. “El Partido Comunista chino ya había ocultado previamente la propagación del Sida y el SARS”, explica a LA RAZÓN el analista Edward Friedman, profesor emérito del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de la Wisconsin-Madison.

La falta de transparencia de las autoridades chinas contrasta con la ayuda que está proporcionando a países muy tocados por el virus como Italia, con el envío de personal sanitario y equipos médicos. Pekín ha pasado de villano a héroe en unas semanas. Pero antes de llegar a este momento en el que China intenta demostrar al mundo cómo se doma a una pandemia, el régimen comunista cometió dramáticos errores documentados por periodistas chinos y científicos internacionales.

Quizá el más sonado fue el caso del médico de Wuhan, Li Wenliang. Él fue uno de los primeros en detectar la infección. A finales de diciembre decidió enviar a un chat de colegas médicos una alerta hablando de la nueva enfermedad. Fue acusado de difundir rumores y llamado al orden por las autoridades, que le obligaron a confesar que había lanzado “afirmaciones falsas”. Su advertencia no fue escuchada y, a principios de febrero, Wenliang murió por el virus. “La verdad se trata en China como algo subversivo. El régimen atemorizó e hizo desaparecer a los que dijeron la verdad sobre la infección. Todavía lo hace. Los ciudadanos chinos que cuenta la verdad son verdaderos héroes”, explica Friedman.

El 20 de enero Xi Jinping, el presidente chino, admitió públicamente la existencia de una enfermedad que «debe tomarse en serio» y el 4 de febrero, ante el Politburó, el máximo órgano del Partido Comunista, reconoció haber pedido a las autoridades de Wuhan, origen de la epidemia, evitar el avance de la infección. Durante una semana de silencio, esa ciudad había acogido una gran fiesta para decenas de miles de personas, que empezaron a desplazarse para las celebraciones del Año Nuevo Lunar. El Gobierno de Xi considera que esa «negligencia» facilitó la propagación del virus.

También hubo periodistas acosados, como Fang Bin y Chen Qiushi, decididos a compartir lo que pudieran sobre la crisis. Desde que estalló la noticia del virus, algunos informadores chinos -la prensa extranjera tuvo que salir de Wuhan- han desaparecido, están detenidos o se desconoce su paradero. Uno de ellos filmó su propio arresto y el vídeo fue visto por cientos de miles de personas fuera de China. El ensayista y activista Xu Zhiyong está detenido y enfrenta una posible sentencia de 15 años de prisión por “subversión” tras sus críticas al gobierno por la gestión de la crisis. "¿Por qué actuó así el gobierno chino? Porque es un régimen autoritario con un instinto paranoico de eliminar las malas noticias”, señala Robert Daly.

La prensa internacional apuntó errores en el cómputo de infectados. El Financial Times publicó en febrero que “trabajadores sanitarios de primera línea, pacientes y expertos internacionales acusan a China de infra contabilizar el número de casos de coronavirus en el país”. El profesor Neil Ferguson, del Centro para el Análisis de Enfermedades Infecciosas Globales del Imperial College de Londres, afirmó que en Wuhan solo se recoge uno de cada 19 contagiados.

¿Freno al virus?

Incluso ahora que China parece tener controlados los casos nuevos de coronavirus, las dudas no han desaparecido. Brendan Murphy, el responsable médico del gobierno australiano, señaló que la versión de China de que la epidemia se superaría en abril “es demasiado prematura” y que lo previsible es que el número de casos continuara creciendo.

Otras fuentes ponen en duda la capacidad del Gobierno chino para frenar en seco los nuevos contagios fuera y dentro de la provincia Hubei, foco de la infección. China, con una población de 1.400 millones de personas y donde en muchas zonas rurales no siempre se cumplen los estándares de higiene, se enfrenta a un reto mayor que el de países occidentales, admiten expertos consultados.

Según publica The Thailand Medical News, las autoridades sanitarias y las entidades médicas han recibido advertencias estrictas de no hablar con los medios de comunicación y organizaciones extranjeras, mientras que los medios locales tienen prohibido informar sobre cualquier problema de salud local, excepto los comunicados oficiales que se les envíen.

“Los profesionales sanitarios coinciden en que estas políticas de Partido Comunista Chino de silenciar a los que cuentan la verdad impidieron que el virus fuera contenido. Por lo tanto, el régimen tiene una gran responsabilidad por la pandemia”, añade el profesor Friedman. El líder de la oposición italiana, el ultraderechista Matteo Salvini, va más allá y aseguró esta semana que "si el gobierno chino sabía [lo que pasaba] y no lo denunció ni lo trató de evitar, cometió un crimen contra la humanidad”.

Críticas a la OMS

Pekín ha encontrado un aliado en sus políticas sanitarias. Se trata de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha alabado la “respuesta sanitaria única y sin precedentes de China que ha logrado revertir la escalada de casos”. Críticos con la OMS señalan que este organismo ha recibido una donación del Gobierno de Pekín de 20 millones de dólares. “La OMS trata de ganar la cooperación del Partido Comunista chino sin criticarlo y repitiendo la versión oficial del PCCh, que a menudo es pura propaganda”, sostiene Friedman.

¿Hay manera de calibrar los efectos de esta tardía respuesta del Gobierno chino? Robert Daly, del Wilson Center, afirma que “es imposible determinar el precio que China y el mundo están pagando por este encubrimiento. El Partido Comunista se merece duras críticas por falta de transparencia, pero no hay razón para suponer que, si el resto del mundo hubiera sabido la verdad antes, habría respondido con perfecta disciplina y conocimiento".

De hecho, Daly señala la lenta reacción de algunos gobiernos occidentales, que “no solo no hicieron nada después de que se conociera la naturaleza del virus, sino que minimizaron la amenaza”. “¿Cómo deberíamos atribuir la culpa en tales casos, cuando hay tantos factores complejos y tanta incertidumbre?”, se pregunta. "Más importante aún, ¿por qué preocuparse por la culpa en este momento, cuando la necesidad de cooperar es tan grande?”, añade Daly.