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Coronavirus

Italia

Italia teme un estallido social en el sur ante la crisis provocada por el coronavirus

El asalto a un supermercado en Parlermo enciende las alertas. El primer ministro anuncia un paquete de ayudas de 4.300 millones a las familias más necesitadas

La llamada a la revuelta de momento sólo se ha producido a través de la realidad paralela en la que llevamos días instalados. Es decir, por Internet. En Facebook se ha creado un grupo llamado «Revolución nacional», que llama a asaltar los supermercados pasado el 3 de abril, la fecha inicialmente prevista -el Gobierno ya reconoce que se ampliará- como el final del confinamiento. Los comentarios dejan mensajes tan confusos como éste: «Para que nos escuchen debemos arrasar los supermercados como hacen en Siria y en España».

En la vida real estos conatos de anarquía sólo se produjeron la semana pasada en un establecimiento de Palermo, donde un grupo organizado trató de salir sin pagar con los carros de la compra llenos. «Basta de estar en casa, no tenemos dinero y queremos comer», decían. La Policía tuvo que acudir para calmar los ánimos. Las escenas no se han repetido, pero el Gobierno se las toma muy en serio.

Cuando Italia camina hacia la tercera semana de aislamiento y tras siete días del parón de toda actividad no esencial, Italia teme que se produzca un estallido social en el sur. Por eso, anticipándose a los hechos, la última medida del Ejecutivo ha sido la aprobación de un plan especial para otorgar a las familias más necesitadas una especie de bonos para comprar alimentos y bienes de primera necesidad. Los ayuntamientos recibirán 4.300 millones de euros, que repartirán entre los ciudadanos, a los que se añadirán otros 400 millones que saldrán directamente del Gobierno central.

La mayor parte de ese dinero procede de un fondo de solidaridad territorial que se adelantará en el tiempo y se materializará en unos cupones con los que las familias podrán hacer la compra. Roma estudia ya la aprobación de otra renta básica de 600 euros para los colectivos más desfavorecidos, que se añadirán a los 600 euros de ayuda que percibirán autónomos sin trabajo o a asalariados que han visto desplomarse sus ingresos.

Sin duda, la situación más complicada está en el sur, donde se concentra además la mayor parte de la economía sumergida italiana. No existen cálculos precisos, pero se estima que al menos 4 millones de personas subsisten gracias a trabajos en negro, un 80% del total de todo el país. Es decir, se trata de gente que si no trabaja no tiene ningún ingreso y en su mayoría ya vive al límite.

Según las estadísticas oficiales, 5 millones de italianos están en una situación de «pobreza absoluta», la mayoría de Roma hacia el sur. Las abismales diferencias territoriales de Italia se reflejan en las estadísticas, ya que la renta per cápita de Sicilia, Calabria o Campania no llega ni a la mitad que otras regiones septentrionales como Lombardía o Véneto.

Se da la circunstancia, además, de que las zonas más productivas del norte son las más afectadas por el coronavirus. Sólo Lombardía concentra el 60% de los casos, tanto de contagiados como de víctimas mortales. Y si a esta región le sumamos Emilia Romaña, Véneto y Piamonte, el porcentaje supera el 80%.

Se temía que el éxodo de miles de personas hacia el sur disparara el caso de contagios en la zona meridional, pero de momento no ha sucedido. Y, sin embargo, las medidas de aislamiento son válidas para todo el país, por lo que en el sur sienten que están pagando una penitencia que no les corresponde.

«Por ahora la situación es tranquila, pero el sur es la parte que más sacrificios está haciendo, ya que es la menos desarrollada económicamente y la que sufre más en el reparto de los recursos sanitarios», aseguraba esta semana el presidente de la región de Puglia, Michele Emiliano. En una videoconferencia con corresponsales, Emiliano añadía que «el cerrojazo ha consentido al sur no tener un crecimiento de contagios exponencial como en el norte, pero cuando se acabe la gente volverá a estar expuesta». Y en ese caso, los gobernadores temen afrontar una crisis sanitaria con muchos menos recursos que en el norte, donde los hospitales llevan tiempo colapsados.

«El Estado existe», dijo el sábado el primer ministro, Giuseppe Conte, intentando llamar a la calma. Pero el temor porque se ensanche la fractura social de Italia también está presente.

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