Coronavirus

Líbano

Primer caso de contagio entre los refugiados palestinos en Líbano

Máxima preocupación entre las autoridades libanesas que anuncian un endurecimiento de las medidas de aislamiento en los campamentos

Cuando Líbano empezaba a descansar tras declararse “cero casos” de contagios en las pasadas 24 horas, se confirmó el primer caso de coronavirus entre los refugiados. Con ello han saltado las alarmas de la propagación entre la población refugiada, cuyo efecto sería devastador. Se trata de una mujer de origen palestino que huyó de la guerra siria y estaba como refugiada en el campamento de Waved, más conocido como el campo de refugiados de Galilea, en el valle de la Bekaa.

La refugiada fue trasladada al hospital Rafic Hariri de Beirut, el único hospital público que está tratando los casos de Covid-19.

El Gobierno libanés implementó en marzo el toque de queda, entre las 19:00 hora local y las 05:00 de la madrugada, como medida para frenar la pandemia. Sin embargo, la medida restrictiva no se implementó igual entre ciudadanos libaneses y los refugiados. A los sirios y palestinos no se les ha permitido salir de los campamentos para prevenir los contagios.

Ahora que se ha dado el primer caso en los campamentos, temo que las medidas de aislamiento serán más duras que antes”, explica a LA RAZÓN, Hussein Abdelmajid, coordinador regional de Ministerio de Asuntos Sociales. “No podemos permitir que se propague la pandemia en los campamentos pero tampoco podemos recluir a todos los refugiados”, agrega.

El aislamiento preventivo ha puesto a los refugiados en una situación delicada, ya que muchos de ellos viven de su salario diario trabajando como jornaleros en los campos de la Bekaa o en la construcción, y no reciben asistencia humanitaria. Según explica Abdelmajid, aproximadamente el 40% de los refugiados sirios no están registrados, por lo que no reciben las ayudas de ACNUR ni del Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Esto significa que las familias refugiadas que dependen del salario diario que reciben por trabajar como jornaleros en el campo no podrán alimentarse ya que no hay dinero para comprar alimentos porque no se les permite salir a trabajar”, lamenta el responsable de Asuntos Sociales.

Uno de los casos más recientes fue el de un hombre sirio sospechoso de estar contagiado y los vecinos decidieron aislar todo el edificio, donde también vivían otras familias sirias durante 36 horas. “Ninguna organización internacional ni el Gobierno ofreció ningún tipo de ayuda a esta pobre gente que quedó incomunicada por dos días y medio”, se queja Abdelmajid.

“No podemos permitir que ocurran este tipo de situaciones. Se están estigmatizando a los refugiados y ahora más que nunca debemos estar unidos”, lamentó Habib, un voluntario libanés que ayuda a repartir pan, gracias a la iniciativa de una ONG local SAWA, que está distribuyendo pan gratuito en los asentamientos de refugiados sirios.

Mohamed vive en un pequeño asentamiento informal al lado de la carretera que conduce a la monumental Baalbak, en el valle de la Bekaa. “Llevamos trabajando como jornaleros en la Bekaa, incluso antes de que comenzara la guerra en Siria. Ahora no tenemos nada. Nos prohíben salir a trabajar al campo pero nadie nos ayuda. Que vamos a hacer”, lamenta a LA RAZÓN este sirio refugiado, cabeza de familia con seis bocas que alimentar.

Pero no solo los hombres son el sustento familiar, muchas mujeres viudas o con sus maridos detenidos o luchando en Siria tiene que hacer el rol de cabeza de familia. Mujeres refugiadas que ganaban unos 10 dólares al día y con las restricciones no pueden conseguir dinero para poder comprar comida.

Una refugiada siria limpia su tienda en el campamento de Abu Fares, en el valle de la Bekaa
Una refugiada siria limpia su tienda en el campamento de Abu Fares, en el valle de la BekaaMarwan NaamaniMarwan Naamani

Ahora no nos quieren más para la recogida de temporada. Mi hija mayor trabajaba conmigo y tiene dos niños pequeños. Ahora somos dos familias que no tenemos nada que ofrecer a nuestros hijos".

La situación para muchos refugiados ha llegado a ser tan desesperada que, hace unas semanas, un sirio se quemó a lo bonzo al oeste de la Bekaa ante la falta de trabajo por las restricciones impuestas a los refugiados.

De hecho, la semana pasada, Human Rights Watch denunció que al menos en 20 municipios del norte de Líbano habían introducido medidas mucho más restrictivas para los sirios. En el municipio de Brital en Baalbek, el ayuntamiento anunció que para "evitar el recrudecimiento y la propagación de Covid-19, los sirios solo pueden moverse por el municipio entre las 09.00 y las 13.00 horas local.

El bando municipal dijo que la Policía municipal haría cumplir estas medidas, y que los sirios que fueran atrapados violando las mismas podrían “enfrentar medidas legales y que su documento de identidad podría ser confiscado”.

Agencias humanitarias ya advirtieron de que con la implantación de mediadas tan restrictivas se podría correr el riesgo de que el virus se propague en los campamentos y los sirios no pueden buscar ayuda médica después de la 13:00 horas. Además, hacerse un test en Líbano no es gratuito y cuesta entre 150.000 y 300.000 LL (100 o 200 dólares al cambio oficial) lo que se convierte en una misión imposible para un refugiado.